Una visión crítica. Claudio Katz (especial para ARGENPRESS.info) julio 2014.
El
neo-desarrollismo propone mayor intervención estatal, políticas económicas
heterodoxas, retomar la industrialización, reducir la brecha tecnológica e
imitar al Sudeste Asiático. A diferencia del desarrollismo clásico promueve
alianzas con el agro-negocio, relativiza el deterioro de los términos de
intercambio, se aleja del enfoque centro-periferia y prioriza el manejo del
tipo de cambio.
Disimula con
pragmatismo su favoritismo hacia los capitalistas. Su modelo exportador afecta
al salario y la convergencia que propone con empresas transnacionales no atenúa
las brechas tecnológicas. La expectativa de igualar el avance asiático olvida
la existencia de adaptaciones diferenciadas en la mundialización. La
explotación de los trabajadores es más rentable en el Extremo Oriente y la
imitación de ese esquema es poco factible.
Es un
artificio suponer que la globalización entraña beneficios comerciales y
peligros financieros o que todos pueden mejorar su lugar en ese escenario. La
teoría del catch up no explica la existencia de situaciones internacionales
disímiles. Desconoce que continúa imperando una inserción dependiente, que no
se corrige con la disponibilidad tecnológica. El desarrollo desigual y
combinado agrava las contradicciones de los retrasados.
La mirada
endogenista que atribuye el subdesarrollo a causas internas desconsidera el
marco objetivo y magnifica las voluntades nacionales. No hay trayectorias
despejadas para la acumulación. El neo-desarrollismo es más afín a la CEPAL
tecnocrática que al pensamiento crítico y presenta más continuidades que
rupturas con el neoliberalismo.
En los
últimos años aumentó la influencia del neo-desarrollismo. El término se volvió
usual en numerosos ámbitos de América Latina y se multiplicaron los encuentros
para discutir su contenido.
Dos conocidas
figuras de Brasil y Argentina reivindican esta concepción (Luiz Carlos Bresser
Pereira y Aldo Ferrer). Pero un amplío grupo de economistas trabaja en la misma
dirección (Robert Boyer, Osvaldo Sunkel, Gabriel Palma, Cristóbal Kay,
Alejandro Portes, Joao Sicsu, Luiz De Paula, Michel Renaut, José Luis da Costa
Oreiro). Estos pensadores actúan en importantes organismos (Fundación Getulio
Vargas, Plan Fénix), han ganado terreno en las universidades y difunden
planteos recogidos por los medios de comunicación. (1)
¿Cuáles son
las principales tesis económicas del nuevo desarrollismo? ¿En qué se
diferencian de sus antecesores? ¿Qué indica la aplicación reciente de sus
propuestas? ¿Cuál es el correlato político de sus caracterizaciones?
Cinco planteos
Dada la
variedad de enfoques que reúne el neo-desarrollismo no es sencillo precisar sus
tesis centrales. Remarcan el carácter singular e imprevisible del crecimiento
sostenido y la consiguiente dificultad para conceptualizarlo. Pero también
estiman que el éxito de esos procesos transita por cinco carriles. (2)
En primer
lugar postulan la necesidad de intensificar la intervención estatal para
emerger del subdesarrollo. Adscriben a las teorías que rehabilitan esta
incidencia, señalando que no hay mercados fuertes sin estados fuertes. (3)
Esta
revalorización del intervencionismo no implica retomar el viejo keynesianismo,
ni promover la reconstrucción del estado de bienestar. Alientan un nuevo
equilibrio entre matrices “estado-céntricas” y “mercado-céntricas”, para
superar las viejas dicotomías y encontrar modelos capitalistas adecuados para
cada país. Subrayan que la presencia estatal no debe obstruir la inversión
privada y consideran que la gestión pública debe reproducir la eficiencia del
gerenciamiento privado. (4)
El segundo
pilar del enfoque neo-desarrollista es la política económica no sólo para
actuar en la coyuntura, sino como instrumento central del crecimiento. Analizan
detenidamente las distintas opciones monetarias, fiscales y cambiarias que
permitirían reducir la dependencia financiera de los bruscos ciclos de ingreso
y salida de capital.
Su prioridad
es mantener acotado el déficit fiscal, para alentar la competitividad con tasas
de interés decrecientes y elevados tipos de cambio. Enfatizan la importancia de
evitar el “mal holandés”, es decir la sobrevaluación cambiaria que genera la
afluencia de divisas receptadas por los países exportadores de materias primas.
(5)
El tercer
objetivo del neo-desarrollismo es retomar la industrialización para multiplicar
el empleo urbano. Cuestionan la regresión fabril generada por la apertura
comercial de los años 90 y estiman que la expansión industrial debe ser la
prioridad de las economías intermedias. Piensan que los países avanzados ya
agotaron esa etapa y que las naciones pobres no cuentan aún, con el acervo
requerido para encarar esta tarea. (6)
Reducir la
brecha tecnológica es la cuarta meta del proyecto. El neo-desarrollismo
propicia incrementar la innovación local, mediante acuerdos con las empresas
transnacionales para lograr una fuerte absorción de conocimientos. Alientan un
camino schumpeteriano de intensa modernización productiva, para superar las
insuficiencias de la vieja industrialización. Remarcan la existencia de varias
trayectorias tecnológicas posibles y promueven su amoldamiento al formato de
cada economía. (7)
Imitar el
avance exportador del Sudeste Asiático es la quinta propuesta
neo-desarrollista. Proponen subsidiar a los industriales que faciliten la
expansión de las ventas manufactureras, mediante estrategias estatales que
“enseñen a competir”. Por esa vía esperan emular la lucidez de los dirigentes
asiáticos y dejar atrás el conformismo latinoamericano. Advierten que un modelo
de este tipo exigirá moderación salarial, estabilidad social y fuerte
compromiso de los trabajadores con la productividad. (8)
Diferencias
con el desarrollismo clásico
Con estas
cinco ideas el neo-desarrollismo retoma ciertos principios de sus antecesores y
reivindica la misma denominación, con un aditamento (neo) que sugiere
actualizaciones. Revisan más los conceptos de esa tradición que sus expresiones
puntuales. (9)
El enfoque
desarrollista tradicional postulaba superar las consecuencias de la
heterogeneidad estructural, en economías afectadas por el modelo
agro-exportador y el deterioro de los términos de intercambio. Prebisch, Pinto
y Furtado proponían corregir esas deficiencias mediante procesos de
industrialización, a fin de contrarrestar la baja productividad del agro y la
estrechez general del poder adquisitivo. Confiaban en la eficacia de las
políticas económicas y en la fuerza del estado para mejorar la posición de la
región en el capitalismo mundial. Esperaban inducir un salto desde el estadio
periférico hacia algún escalón más avanzado.
Bresser y
Ferrer mantienen la misma expectativa pero promueven el remedio industrialista
en otros términos, como consecuencia de las grandes transformaciones
registradas en el agro. Un acelerado proceso de capitalización en este sector
ha tornado obsoleta la vieja crítica al latifundio y al estancamiento de la
actividad primaria. También ha perdido actualidad la propuesta de utilizar los
recursos inmovilizados en el agro para la inversión fabril.
En el nuevo
escenario los neo-desarrollistas auspician procesos de crecimiento en coalición
con el agro-negocio. El viejo conflicto con la oligarquía exportadora se ha
diluido y los antiguos adversarios son convocados a forjar un bloque común. La
conversión de los terratenientes en nuevos empresarios ha recreado la
solidaridad capitalista entre los adinerados del campo y la ciudad. La
tradicional contraposición entre el liberalismo agrario y el proteccionismo
urbano ha disminuido y el neo-desarrollismo visualiza a la agro-exportación
como una potencial proveedora de divisas para la reindustrialización.
Pero este
cambio implica aceptar la remodelación neoliberal del agro y la consiguiente
concentración de tierras, especialización en exportaciones básicas, pérdida de
cultivos diversificados y acentuado deterioro del medio ambiente.
Al igual que
sus antecesores los nuevos desarrollistas estiman que el crecimiento industrial
aumentará el empleo, expandirá el mercado interno y mejorará el consumo. Pero a
diferencia del pasado se han generalizado tecnologías que reducen la
utilización de la mano de obra y la creación de trabajo ya no acompaña el ritmo
de inversión. Que la expansión de la economía sea incentivada por el mercado o
la regulación estatal no modifica esta carencia de empleo. En ambos casos el
capitalismo latinoamericano genera insuficientes puestos de trabajo y
estabiliza la precarización en labores informales, descalificadas y mal remuneradas.
El neo-desarrollismo no ofrece respuestas a esta seria adversidad.
Esa
concepción estima que el deterioro de los términos de intercambio y la relación
centro-periferia, ya no constituyen obstáculos significativos para el despegue
regional. Considera que la reversión del primer parámetro registrada en la
última década es perdurable y que la segunda polaridad tiende a diluirse con el
crecimiento de las economías emergentes. En este terreno se verifica otra
diferencia sustancial con la vieja CEPAL.
También
asignan menor gravedad y periodicidad a las crisis económicas latinoamericanas.
Con esta evaluación apuestan a superar los desajustes actuales mediante un buen
manejo de las políticas macroeconómicas. Le quitan dramatismo a las tensiones
estructurales que preocupaban a Prebisch y Furtado.
El
neo-desarrollismo reconoce formalmente la continuidad de las viejas
contradicciones expuestas por la heterodoxia, pero espera atenuarlas mediante
un acertado manejo de las variables cambiarias, financieras y presupuestarias.
Concentra el grueso de su artillería en la administración del tipo de cambio.
(10)
Sus teóricos
advierten contra las desventuras que entraña para la industria cualquier
apreciación cambiaria. Pero no analizan el efecto opuesto que genera la
depreciación de esa variable sobre el salario. Ese impacto se ha verificado
tradicionalmente en ciclos devaluatorios que incrementan los precios internos y
empobrecen a los trabajadores. El viejo desarrollismo era más cauto en este
terreno y sólo postulaba un manejo cuidadoso de la cotización de las divisas
parar acotar las ganancias de los exportadores.
Indefiniciones
e inconsistencias
Los teóricos
neo-desarrollistas esperan liderar un intenso proceso de crecimiento, pero no
definen como alcanzarlo. La regulación estatal que promueven tiene incontables
modalidades y efectos. La contraposición entre neo-desarrollistas proclives a
la intervención del estado y neoliberales adversos a esa injerencia es una
simplificación. Todos recurren a una fuerte presencia del sector público cuando
les toca administrar la economía.
Ese
comportamiento es consecuencia de la gravitación alcanzada por los grandes
bancos y empresas en el capitalismo contemporáneo. Resulta imposible gestionar
este sistema, sin protagonismo de la burocracia estatal y los gerentes del
sector privado. Lo que está siempre en juego es el tipo de intervención estatal
predominante en cada período y no la existencia o intensidad de esa presencia.
El
neo-desarrollismo sugiere que su acción serviría para eliminar las distorsiones
que genera el mercado. Contrapone este objetivo con la actitud ortodoxa de
esperar espontáneas correcciones de la oferta y la demanda.
Pero también
aquí la diferencia pierde contenido cuando se comanda la marcha cotidiana de la
economía, en situaciones de alta tensión. La crisis global reciente, brindó una
contundente evidencia de la forma en que ortodoxos y heterodoxos actúan en
común, cuando se impone el socorro a los bancos. En esos momentos las
divergencias sólo giran en torno a la modalidad de esos auxilios.
Los
neo-desarrollistas propician una adaptación pragmática a las exigencias de la
coyuntura y por eso incorporan fórmulas que contienen múltiples elementos, sin
definir nítidas primacías. Suelen convocar a fortalecer el mercado y el estado,
a reforzar la centralización y la descentralización, a potenciar lo público y
lo privado y a desenvolver políticas austeras y activas. (11)
Pero esta
variedad de orientaciones no abandona nunca el principio de favorecer a los
grandes grupos capitalistas. La prioridad asignada al tipo de cambio
competitivo con baja inflación y reducido déficit fiscal ilustra el sostén a
los poderosos. En ese modelo los costos del impulso exportador son solventados
por los trabajadores a través de devaluaciones, restricciones al gasto social o
un corset a los salarios.
Muchos
neo-desarrollistas sugieren que estos esfuerzos constituyen el precio a pagar
por la reindustrialización. Pero no registran la contradicción existente entre
esa meta y la convalidación de la primacía agro-exportadora. Mientras los
recursos que requiere la expansión fabril continúen localizados
prioritariamente en el agro-negocio, una industria latinoamericana de cierto
valor agregado continuará languideciendo.
Los
neo-desarrollistas suponen que la recuperación manufacturera será impulsada
significativamente por las empresas transnacionales. Consideran que estas
firmas garantizan la expansión continuada del producto, si el estado evita una
apertura indiscriminada al capital extranjero y orienta las inversiones hacia
los sectores estratégicos.
Pero la
experiencia indica que las grandes compañías extranjeras definen su colocación
de fondos en función de planes globales, que rara vez coinciden con las
prioridades de las naciones receptoras de esos capitales. Esta discordancia dio
lugar a la denominada “industrialización trunca” de América Latina. (12)
Esa
deformación incluye un déficit comercial crónico del sector manufacturero,
provocado por la baja integración nacional de partes y una alta dependencia de
insumos importados. Este desequilibrio determina ciclos de acumulación
afectados por desbalances externos, que no desaparecen con ingenierías
cambiarias, fiscales o monetarias.
Frente a este
crítico escenario el neo-desarrollismo navega en un mar de contradicciones. Por
un lado despotrica contra la “destrucción de los tejidos fabriles nacionales”
perpetrada por la competencia importadora durante las últimas décadas. Y por
otra parte cuestiona el “proteccionismo excesivo” del pasado y la
improductividad legada por el encierro arancelario.
Aunque buscan
un punto intermedio entre ambos extremos, en los hechos se amoldan a las
demandas actuales de las empresas transnacionales, que exigen libre movilidad
de capitales y mercancías entre sus filiales. Con esta actitud convalidan los
desajustes que pretenden corregir.
Los mismos
contrasentidos se verifican en el plano tecnológico. El neo-desarrollismo
apuesta a reducir la enorme brecha que separa a Latinoamérica de las economías
centrales. Pero supone que esa disminución surgirá de una mayor presencia
económica de las firmas que generan esa fractura. Por eso convoca a absorber
las tecnologías disponibles en el mundo, mediante la intermediación de
compañías transnacionales.
Esas empresas
no derraman conocimientos hacia la periferia. Transfieren a sus filiales un
manejo estrictamente acotado de las prácticas requeridas para asegurar sus
líneas de fabricación. Mantienen localizados los laboratorios de investigación
y desarrollo en los países de origen.
El
neo-desarrollismo considera que esos obstáculos pueden remontarse, forjando
“sistemas nacionales de innovación” patrocinados por el estado y las empresas
transnacionales. Pero la experiencia indica que esa iniciativa choca en la
práctica con el dilema de privilegiar la inversión pública o subsidiar a las
compañías extranjeras. Esas subvenciones obstruyen el ansiado despliegue de las
innovaciones.
La visión
neo-desarrollista realza las convergencias del estado con el sector privado.
Pondera especialmente el rol de la empresa como un ámbito de cooperación y
selección de las nuevas tecnologías, siguiendo los parámetros de productividad,
competitividad y rentabilidad.
Pero esta
idílica mirada desconoce que esos patrones se asientan en la explotación
laboral y sólo definen las porciones de plusvalía extraída a los trabajadores,
que captura por cada concurrente. Entre tantos elogios al talento, la
creatividad y la disposición al riesgo del capitalista, no queda espacio para
recordar su rol cotidiano en la apropiación de trabajo ajeno.
¿Copiar al
sudeste asiático?
El
neo-desarrollismo enfrenta todos estos problemas con el ejemplo práctico del
Sudeste Asiático. Si ellos lo han logrado: ¿qué impide a Latinoamérica repetir
la misma trayectoria?
Esta imitación
es postulada como la gran solución por los autores que ubican a ambas zonas, en
un estadio semejante de desarrollo intermedio. Estiman que un buen aprendizaje
del sendero transitado por las economías orientales permitirá desenvolver un
camino semejante. Sólo se requiere aplicar las mismas políticas de déficit
público, tipo de cambio competitivo y promoción del superávit comercial. (13)
Pero el
presupuesto de este razonamiento es la convergencia potencial de todas las
economías emergentes en un escalón superior que las aproximará a los países
centrales. Aquí retoman la vieja idea neoclásica de un ascenso general hacia
situaciones de prosperidad, a medida que la modernización se expande por todo
el planeta. Sólo este imaginario liberal permite suponer que la copia del
Sudeste Asiático asegura el desarrollo de América Latina.
Si se rechaza
ese presupuesto del capitalismo -como un sistema abierto a sucesivas
incorporaciones de las regiones relegadas- la idea de emular el camino oriental
se torna más conflictiva. La propia afirmación de que “Asia lo está logrando y
América Latina no”, implica reconocer la existencia de inserciones
diferenciadas en el mercado mundial.
Todo el
razonamiento falla al ponderar al Sudeste asiático por su expansión, culpando a
Latinoamérica por su retroceso. En los hechos ambas regiones quedaron situadas
en distintas trayectorias en la nueva etapa de la mundialización y soportan
desequilibrios de distinto tipo. La primera región no creció sostenidamente por
sus méritos frente a los desaciertos del resto, sino que reiteró la pauta de
desenvolvimiento desigual que ha predominado en toda la historia del
capitalismo.
Este sistema
se rige por principios de competencia despiadada y no suele dar cabida a
progresos colectivos. Siempre induce situaciones de gran desigualdad. Lo que
cambia en cada etapa son los protagonistas de la prosperidad y la regresión,
como resultado de las asimetrías que generan las ganancias diferenciales de las
distintas economías. Si todos pudieran desenvolverse siguiendo la misma norma
de aproximación al bienestar, desaparecerían las brechas de competitividad en
que se asienta el sistema. Nunca irrumpe un escenario virtuoso al alcance de
todos.
Reconociendo
esta dinámica se puede entender por qué razón América Latina se retrasó frente
al Sudeste Asiático. En la estructura jerarquizada del capitalismo global, los
países del Extremo Oriente presentaron gran adaptabilidad a un esquema de
mundialización que premia la disciplina, el adiestramiento y la baratura de la fuerza
de trabajo.
Los autores
neo-desarrollistas suelen omitir que el secreto de esa región radica en la
superexplotación de los trabajadores. Ese tormento ha sido la condición del
milagro exportador. Es cierto que América Latina también cuenta con una gran
reserva laboral, pero no reúne las condiciones que optimizan la extracción de
plusvalía. En esta región el proceso de industrialización fue previo a los
requerimientos de la mundialización actual.
Existen, por
ejemplo, numerosas maquilas en Centroamérica que se desenvuelven con patrones
semejantes al Sudeste Asiático. Pero nunca alcanzaron el nivel de productividad
impuesto por los regímenes autoritarios de Oriente.
La propia
dinámica acumulativa del capital consolidó las brechas entre ambas regiones.
Una vez iniciado el vuelco de la industria mundial hacia el continente asiático
ha resultado difícil contrarrestar esa tendencia con ofrecimientos de mayor
baratura salarial. Un modelo de producción globalizada -basado en rivalidades
por reducir los costos laborales- no deja mucho margen para la imitación. Todos
deben descargar sus productos en un mismo mercado mundial, que no crece a la
misma velocidad que el ritmo de fabricación.
Algunos
autores neo-desarrollistas eluden estos problemas postulando que la imitación
del Sudeste Asiático debe incluir mejoras en los salarios. Pero el
contrasentido de esta propuesta salta a la vista. El despunte capitalista de
Oriente no se consumó incorporando a esa zona el estado de bienestar europeo,
los servicios sociales de Escandinavia o el mercado de consumo de Estados
Unidos. Las empresas transnacionales se afincaron con estrategias de
explotación extrema de los trabajadores.
Otros pensadores
consideran que en el Sudeste Asiático siempre existió una conciencia
industrialista que facilitó su expansión fabril. Estiman que esa convicción
permitió optar por un modelo exportador que evitó las fragilidades del mercado
interno. (14)
Pero lo
cierto es que Asia Oriental se industrializó más tarde que América Latina y
empalmó con una etapa de mundialización afín a la “producción hacia afuera”.
Por esta razón existieron programas disímiles en ambas zonas, que se adaptaron
a momentos diferenciados del capitalismo. En las condiciones precedentes de los
años 60 nadie hablaba de Corea o Taiwán y las economías intermedias de
Latinoamérica eran vistas como la gran promesa del desarrollo.
Suponer que
el secreto del crecimiento oriental ha radicado en una inteligente elección de
políticas exportadoras que América Latina desconoció, implica confundir las
causas con los efectos. El nuevo escenario de la mundialización favoreció a un
grupo de países y penalizó a otros, tornando más efectivos los instrumentos
crediticios y cambiarios utilizados en Asia para apuntalar el esquema
exportador. La existencia de tasas de inversión privadas que duplican en esa
región los porcentuales de América Latina es también una consecuencia y no una
causa de las diferencias existentes entre ambas zonas.
También se
suele atribuir la expansión asiática a la vigencia de niveles inferiores de
desigualdad. Mientras que el 10% más rico de la población latinoamericana
acapara el 45% del ingreso, en Corea o Taiwán ese porcentaje se reduce al
22-23%. (15)
Pero en
África la brecha social ha sido tradicionalmente inferior al promedio
latinoamericano y esta diferencia no favoreció su desarrollo. La desigualdad es
un rasgo intrínseco del capitalismo que no mantiene relaciones unívocas con las
tasas de crecimiento. En algunas economías centrales (como el Norte del Europa)
las brechas sociales fueron tradicionalmente bajas y en otros países
(Inglaterra, Estados Unidos) fueron elevadas. Esas fracturas no definen las
normas de la acumulación capitalista.
La
globalización electiva
El
neo-desarrollismo vislumbra a la globalización como una gran oportunidad para
los países medianos. Estima que ese proceso apuntalará el desenvolvimiento
latinoamericano, si se aprovechan las ventajas comerciales evitando los
peligros financieros. (16)
Pero nunca
aclaran cómo se podría usufructuar de esas conveniencias soslayando sus efectos
nocivos. Es evidente que las modalidades comerciales y financieras de la
internacionalización están íntimamente conectadas entre sí. Los bancos
intermedian en todas las transacciones manejadas por las empresas
transnacionales.
La gran
“oportunidad comercial” que se realza es la convalidación de la inserción
dependiente de América Latina como proveedora de productos básicos. Y lo que se
cuestiona como un “peligro financiero” es el endeudamiento descontrolado. Sin
embargo, la experiencia histórica indica que a largo plazo esa primarización
exportadora recrea la hipoteca de la deuda.
La mirada
condescendiente hacia la globalización presupone que esa transformación genera
crecientes beneficios para múltiples ganadores. Pero con ese enfoque se olvida
a las víctimas del mismo proceso. En el caso latinoamericano, por ejemplo, se
reconoce que sólo las economías medianas parcialmente industrializadas podrían
participar del cambio en curso. El resto de la región quedaría marginada hasta
concluir un camino previo de maduración. De esta forma, la oportunidad de la
globalización queda reducida a un grupo de economías y no ofrece mejoras para los
demás. (17)
Toda la
caracterización es formulada con razonamientos semejantes al viejo liberalismo.
Al igual que Rostow se imagina un proceso futuro de creciente aproximación,
entre países contagiados por la expansión capitalista. Los participantes elevan
paulatinamente su status saltando de la pobreza a escalones intermedios, para
converger posteriormente en la modernización. En ese momento todas las naciones
alcanzan un nivel satisfactorio de bienestar.
Contra este
tipo de fantasías reaccionaba la vieja CEPAL de los años 50-60. Objetaba esa
ilusión de convergencias, destacando las polaridades entre el centro y la
periferia que genera el propio proceso de acumulación mundial.
Los teóricos
neo-desarrollistas mantienen una diplomática adhesión a esa concepción, pero en
los hechos estiman que las fracturas tienden a desaparecer en el capitalismo
global. Por esta razón diluyen el análisis estructural de las relaciones
centro-periferia en miradas benévolas de la mundialización. Suelen postular que
“cada país tiene la globalización que quiere y se merece”. (18)
El mercado
mundial es visto como un amplio espacio de libertad para lograr las metas
ambicionadas por cada integrante. Ya no representa el obstáculo para el
desarrollo que subrayaba la CEPAL. Con lenguaje heterodoxo se disimula esta
aproximación a la tesis neoclásica.
Los misterios
del catch up
El
neo-desarrollismo retoma la idea de crecer a través de un proceso de catch up,
que permita copiar tecnologías elaboradas por los países desarrollados. Proponen
realizar esa absorción a través del estado nacional, para acortar el proceso de
maduración de las economías ascendentes.
Esta visión
fue inicialmente planteada por Gerschenkron en su estudio de la
industrialización, como un proceso de asimilación de tecnologías por parte de
los países que se aproximan al capitalismo. Señaló que Inglaterra comenzó esa
evolución con la revolución del vapor (1780). Francia utilizó posteriormente
ese legado para financiar su expansión fabril con el auxilio de los bancos
(1830) y Alemania repitió ese desenvolvimiento mediante una fuerte intervención
del estado (1870). Finalmente Rusia aprovechó esta secuencia para apuntalar su
crecimiento industrial con gastos militares (1880).
Este proceso
era visto como una concatenación de distintas modalidades de industrialización
según el origen, las prioridades, el contexto y las motivaciones de sus
artífices. Pero en todos los casos se estimaba que las economías retrasadas
podían apropiarse de la herencia de sus antecesores. Ninguna fórmula previa
aseguraba esta absorción, pero las condiciones institucionales favorables a la
acción del empresario y a la integración de los trabajadores facilitaban esa
asimilación. Gerschenkron coincidió en 1940-50 con muchos autores impactados
por la industrialización soviética y polemizó con los economistas liberales,
que promovían la adaptación pasiva de los países subdesarrollados al mercado
mundial. (19)
El
pensamiento neo-desarrollista retoma esa concepción para postular la
utilización de las tecnologías disponibles. Distingue a las economías
retrasadas por su capacidad o impotencia para concretar esa captura. Comparte,
además, la crítica al pensamiento neoclásico y al espejismo de un avance
espontáneo de las economías relegadas siguiendo el faro del mercado.
Pero también
supone que basta con elegir una estrategia correcta para ingresar en el círculo
virtuoso de la acumulación. Con esta genérica fórmula no explica cuáles son los
caminos concretos para concretar ese crecimiento.
El planteo de
Gerschenkron es muy contradictorio. Por un lado exalta las enormes
posibilidades de copia que tienen los recién llegados, pero al mismo tiempo
señala la inexistencia de una norma para usufructuar de esa ventaja. Es una
gran oportunidad carente de senderos nítidos para su aprovechamiento. (20)
Afirma que
ciertas políticas permiten capturar las tecnologías disponibles, pero no se
sabe cuáles son esas orientaciones. Su cronología histórica demuestra que el
camino seguido por Francia fue muy distinto al transitado por Alemania o por
Rusia. Si cada uno hizo su catch up con una fórmula propia: ¿cuál es la lógica
general del acelerado avance de las economías que llegaron tarde?
Los propios
ejemplos de esta concepción sugieren que pocos países pueden absorber las técnicas
más avanzadas. Hay que estar en carrera para alcanzar al que se ubicó en la
punta. Sólo una minoría de potencias coloniales durante el surgimiento del
capitalismo y un puñado posterior de ascendentes semiperiferias participaron de
ese certamen. El grueso de la periferia no tuvo cabida en el catch up.
Cualquiera sea la política asumida por el estado de los países marginados, no
se entiende cómo podrían instrumentar esa copia de tecnologías.
Esta misma
restricción aparece en el enfoque actual de Bresser, cuando afirma que la
globalización es una “oportunidad” para las economías medianas, que ya
consumaron su “revolución capitalista”. Señala que el éxito industrial no se
alcanza imitando un modelo precedente, sino buscando un camino particular. El
catch up parecería brotar de ciertas singularidades que nadie logra explicar de
antemano.
Pero con ese
razonamiento sólo se sabe lo obvio, es decir que hubo países exitosos y
fracasados en el intento de rápida industrialización. Que la tecnología se
encuentre disponible no modifica mucho ese contraste, ni aporta explicaciones
de lo sucedido. La existencia de esos recursos técnicos no define esos
resultados.
La teoría del
catch up reconoce la existencia de muchos casos fallidos, que demuestran la
insuficiencia de cierta política industrial para garantizar el crecimiento
sostenido. Gerschenkron estudió los ejemplos de Dinamarca (que se mantuvo como
proveedor pasivo de exportaciones agrícolas), México (que no logró el
financiamiento bancario para su industrialización) o Bulgaria (que sólo
introdujo cambios en ciertas ramas, sin generar una expansión auto-sostenida).
Atribuye el fracaso italiano del siglo XIX a la aplicación de políticas
arancelarias desacertadas. (21)
Pero esta
evaluación comparada no esclarece si la norma ha sido la preeminencia de
economías consagradas o frustradas. Simplemente señala que en un gran pelotón
de concurrentes tuvieron posibilidades de llegar a la meta. Aunque la causa del
fracaso es situada a veces en el predominio de circunstancias adversas, en
general se postula la responsabilidad primaria de políticas económica erróneas.
Desarrollo
desigual y combinado
Las
comparaciones basadas el catch up pueden esclarecer obstáculos particulares al
crecimiento, pero no clarifican la dinámica de la acumulación a escala global.
Tampoco ilustran cuáles son las restricciones objetivas que afrontan las
economías subdesarrolladas. Como se ignora estas limitaciones parecería que
todos pueden aproximarse a una meta, que en los hechos alcanzan muy pocos.
Es el mismo
problema que rodea al contraste de América Latina con el Sudeste Asiático. Se
supone que la primera región no reproduce por sus propios errores lo que obtuvo
la segunda, como si este horizonte estuviera siempre al alcance de los
frustrados. La teoría del catch up realza potencialidades que ofrece la
tecnología, pero no registra los obstáculos para materializar esa posibilidad.
Relativiza, por ejemplo, las restricciones que imponen las patentes o las
empresas transnacionales a la utilización de esos recursos.
Ese enfoque
divorcia, además, la disponibilidad de las tecnologías de los principios de
rentabilidad y explotación que rigen su difusión. Olvida que bajo el
capitalismo el “aventajado por llegar tarde” es un competidor que sólo
usufructuará de ese atributo, si logra instalarse en el mercado mundial
extrayendo una alta tasa de plusvalía a los trabajadores. (22)
La
“oportunidad” de esa economía constituye por lo tanto una posibilidad, para las
clases dominantes con mayores aptitudes para someter a los asalariados. Como la
tradición heterodoxa elude este problema, concentra toda su atención en los
estudios comparativos.
El
neo-desarrollismo comparte estos problemas al desconocer la vigencia de un
orden global estratificado, que obstruye el desenvolvimiento de las economías
subdesarrolladas. Omite que las ventajas derivadas de la disponibilidad
tecnológica suelen ser inferiores, a las desventajas generadas por la inserción
dependiente en la división internacional del trabajo. Aunque la periferia pueda
acceder con más facilidad a los nuevos inventos, carece de recursos para
utilizarlos provechosamente.
Al razonar
desconociendo la subordinación comercial, financiera o productiva de las
economías periféricas, se termina imaginando al desarrollo como un proceso
resultante de la voluntad exhibida por cada país. El mundo queda dividido entre
quienes detentan y carecen de esa facultad, cualquiera sea su ubicación
objetiva en la estructura mundial.
Es cierto que
en varios momentos de la historia, el ascenso de un grupo de la semiperiferia
se registró siguiendo la dinámica del que llegó tarde. Arribaron al mercado
mundial con renovadas capacidades para desplazar a las viejas potencias en
declive. Trotsky analizó ese ascenso de Alemania frente a Inglaterra a
principios del siglo XX, así como el despegue posterior de Estados Unidos
frente a Europa. (23)
Pero su
enfoque se basaba en una teoría marxista del desarrollo desigual y combinado
muy diferente al catch up. Señalaba la imposibilidad de una aproximación de
todos los concurrentes a la primacía de las grandes potencias. En
contraposición al imaginario liberal (de un progreso al alcance de todos) y de
la mirada heterodoxa (de sucesivas ventajas para los retrasados), destacaba que
el capitalismo impide el bienestar colectivo por uno otro camino. Consideraba
que las desigualdades generadas por la acumulación mundial agravaban las
contradicciones de todo el sistema, provocando situaciones más adversas que al
inicio del proceso. (24)
Trotsky
reconocía las bruscas desarmonías que estudia el catch up. Pero resaltaba los
costos padecidos por los retrasados para forzar la expansión de sus economías.
Estimaba que los desequilibrios creados por esa aceleración salían a flote en
las fases siguientes de la concurrencia global. Este límite -que enfrentaron
Alemania y Japón a mitad del siglo XX- podría reaparecer entre los “emergentes”
que prosperan al comienzo del siglo XXI.
El
deslumbramiento neo-desarrollista con los países asiáticos desconoce estos
antecedentes. En el pasado muchas economías no pudieron sostener su salto
inicial, cuando debieron confrontar con potencias más afirmadas en la órbita
mundial. La fascinación actual con la globalización impide comprender esta
contradicción, que habitualmente aflora en las grandes crisis.
De la misma
forma que la conformación inicial del capitalismo a favor de las grandes
potencias coloniales se consumó a costa de la periferia, el avance industrial
contemporáneo de ciertas economías exige el retroceso de su competidor. El país
que llegó tarde puede desplazar al que estaba primero, pero alguien debe
costear los logros de los exitosos.
El mito
liberal de un avance contagiado es tan inconsistente como la creencia
heterodoxa de sucesivas imitaciones. Al suponer que el camino abierto por una
economía puede ser transitado por todos sus pares se recrea la falacia de la
composición.
El curso real
del capitalismo está regido por un patrón de desigualdad muy distante de las
fantasías de expansión ilimitada. La analogía biológica que se utiliza para
graficar esa prosperidad -con imágenes de pasaje de la adolescencia a la
madurez económica- omite que también existe la senilidad. No es cierto que el
catch up tiende a renovarse una y otra vez con la apertura de nuevas fronteras.
El propio capitalismo impone serias restricciones económicas, sociales y
ambientales a ese ensanchamiento. (25)
El viraje
endogenista
El
neo-desarrollismo es afín a las concepciones endogenistas que sitúan todos los
obstáculos al desenvolvimiento en el plano interno. También aquí se distancia
de Prebisch, que atribuía el subdesarrollo al deterioro secular de los términos
de intercambio.
Los sucesores
del pensador heterodoxo son cautos en la reconsideración conceptual de este
último problema. Simplemente se apoyan en la valorización reciente de las
commoditties para justificar su creciente atención a la temática interna. Nadie
se atreve a evaluar cuánto durará la apreciación actual de los productos
primarios. Esta valorización no impide, además, la continuada transferencia de
recursos hacia las economías centrales, a través de mecanismos situados en la
órbita financiera o productiva.
El viraje
hacia concepciones endogenistas se remonta a la evolución seguida por la CEPAL
desde los años 80. Los economistas de ese organismo sintonizaron con los
críticos de la teoría de la dependencia, que resaltaban la primacía de los factores
internos en el retraso latinoamericano. Consideraban que esa falencia obedecía
al manejo irracional de los recursos.
El giro
endogenista se consumó en un clima de frustración con la industrialización.
Posteriormente el neo-estructuralismo reforzó esa mirada centrada en las
flaquezas internas. En los años 90 utilizaron múltiples adjetivos para
caracterizar estas fallas y cuestionaron las caracterizaciones del
subdesarrollo centradas en la salida de capital, la fragilidad comercial, la
vulnerabilidad financiera o la sumisión tecnológica. (26)
En este
enfoque el status de cada país queda definido por elecciones internas de
progreso o estancamiento. El marco objetivo es desconsiderado y se magnifica la
incidencia de las voluntades nacionales. Parecería que África decidió ser
esquilmada y América Latina optó el atraso, en contraposición al rumbo de
prosperidad adoptado por Europa o Estados Unidos.
Esta
simplificación desconoce que el mercado mundial es un ámbito de inequidad. La
interdependencia formal entre todos países encubre relaciones de supremacía y
sometimiento. Es evidente que Estados Unidos utiliza patrones muy diferentes en
sus relaciones con Alemania y Haití.
El
endogenismo diluye las diferencias que separan a los países periféricos y
centrales. De un cuestionamiento inicial a las visiones que exageraban la
transferencia de ingresos padecida por el primer grupo, pasó al desconocimiento
de esas hemorragias. No sólo relativiza el impacto del endeudamiento, la
remisión de utilidades o el drenaje de la renta. También ignora que la
desigualdad es un dato intrínseco de la acumulación a escala mundial.
El
capitalismo se desenvuelve recreando las brechas entre economías disímiles.
Estas fracturas son proporcionales a la escala alcanzada por la reproducción
del capital. Cuánto más elevada es la inversión y la productividad, mayor
intensidad tienen la competencia y los desequilibrios que segmentan al mercado
mundial.
En la última
década la tradición endogenista empalmó con el neo-desarrollismo, en el nuevo
marco sudamericano de revalorización de las materias primas, alivio de la deuda
externa y ampliación de los márgenes de autonomía geopolítica. Este escenario
induce a postular que la inserción internacional primaria ya no representa un
obstáculo al desarrollo, si se implementan políticas adecuadas para afianzar el
crecimiento.
¿Primacía
mundial o local?
El giro
endogenista ha sido también el principal cimiento de la esperanza
neo-desarrollista en lograr una copia del avance asiático. Atribuye explícitamente
el ascenso oriental a la oportuna selección de modelos industrializadores.
Pero no
observa que este caso refuta la gravitación asignada a los determinantes
internos. Sólo la vigencia de una nueva etapa de capitalismo internacionalizado
permitió aprovechar la mano de obra barata asiática para fabricar a escala
global. Y ese mismo condicionante externo impide la reproducción internacional
del mismo modelo. Esa recreación generaría excedentes que no podrían colocarse
en ningún mercado.
El neo-desarrollismo
no registra este límite porque supone que el capitalismo regenera inagotables
espacios de crecimiento ulterior. Esta complaciente mirada determina un punto
de encuentro con sus adversarios neoliberales. Ambos comparten la misma
confianza en la existencia de trayectorias despejadas para la acumulación, si
se aplican acertadas estrategias de crecimiento. Esta expectativa también
supone la vigencia de un tablero internacional de alta movilidad, mutación de
hegemonías y multipolaridad. (27)
Pero no
existe ningún indicio que estas modificaciones geopolíticas favorezcan en
bloque a la periferia. Podrían mejorar en forma acotada la situación
internacional de algunas semiperiferias a costa de otras y en desmedro general
de los oprimidos. Conviene recordar que todos los participantes en el escenario
de la mundialización neoliberal, aceptan los cimientos sociales de un estadio
basado en el atropello del capital al trabajo.
Las miradas
neo-desarrollistas actuales refuerzan su proximidad con los pensadores
endogenistas -que siguiendo las tesis de la sociología histórico-comparativa-
realzan la gravitación conceptual del estado nacional. Este enfoque se
contrapone con la teoría del sistema-mundo que remarca la primacía analítica
del orden global, incorporando parte del enfoque centro-periferia.
Las visiones
del sistema-mundo y las miradas de la sociología histórico-comparativa
confrontaron tradicionalmente en los debates historiográficos sobre el origen
del capitalismo. Mientras que la primera vertiente estimó que la inserción de
cada economía en el orden internacional definió el curso de su economía, la
segunda concepción atribuyó mayor incidencia a las condiciones internas. Con
abordajes metodológicos centrados en el capitalismo global o en el estado nacional,
esas controversias buscaron dilucidar enigmas sobre el origen del capitalismo.
(28)
Pero los
debates actuales indagan fenómenos derivados de la madurez de ese sistema que
exigen fundamentos de otro tipo. Las explicaciones sobre los mecanismos que
facilitaron el surgimiento del capitalismo, no resuelven las incógnitas
contemporáneas sobre el devenir de este sistema. La influencia predominante del
mercado mundial o de las estructuras pre-capitalistas locales en el ocaso del
feudalismo plantean problemas muy diferentes, a la primacía de la
mundialización económica frente a la multipolaridad política en el comienzo del
siglo XXI.
El legado
conservador
El
neo-desarrollismo se ha distanciado del espíritu crítico que signó a la
heterodoxia de los años 60 y 70. También abjura del espíritu radical creado por
la revolución cubana, que indujo a esta corriente a incorporar propuestas de
distribución del ingreso.
Esa apertura
de la CEPAL al pensamiento progresista quedó abruptamente anulada con el
predominio posterior de concepciones neo-estructuralistas. En los años 80
archivaron las alusiones a la desigualdad centro-periferia y sepultaron las
propuestas de reforma social. Propagaron, además, sus propias recetas de
privatización, apertura comercial y flexibilidad laboral, con actitudes de
resignación y cuestionamientos al desarrollismo tradicional. (29)
Ese giro
incluyó la participación directa de los discípulos de la CEPAL, en la
implementación de programas de ajuste adornados con retórica heterodoxa, como el
Plan Austral en Argentina o el Plan Cruzado en Brasil.
El
neo-desarrollismo actual es un ahijado de esa trayectoria conservadora. Por eso
refuerza la extinción de la CEPAL como referencia del pensamiento crítico. Esa
institución se ha transformado en un organismo técnico de seguimiento de la
coyuntura, que evita cualquier comentario molesto para el establishment.
Los teóricos
neo-desarrollistas exhiben ambiciones más acotadas que sus antecesores,
convalidan la especialización primario-exportadora y abandonan el léxico
antiimperialista. Es cierto que intentan recomponer la alicaída gravitación de
la industria, pero sólo introduciendo leves ajustes al interior del mismo
bloque dominante. Promueven subsidios a los capitalistas manufactureros, en
desmedro de la enorme porción apropiada por los sectores financieros y buscan
un nuevo equilibrio con el agro-negocio.
El
neo-desarrollismo estima que su moderado industrialismo puede prosperar en el
marco geopolítico actual de cierto distanciamiento sudamericano de Washington.
Pero sobrevalora el alcance de ese alejamiento y parece desconocer la enorme
incidencia que tiene la continuidad del patrón económico agro-exportador.
Sus teóricos
alientan políticas económicas distintas a la ortodoxia neoclásica. Pero no aceptan
rupturas significativas con el neoliberalismo y comparten más terrenos con esta
vertiente que con su precedente desarrollista. (30)
El
neo-desarrollismo converge con las propuestas de incorporar mayor regulación
estatal al capitalismo neoliberal para estabilizar su funcionamiento. Al cabo
de varias décadas de privatizaciones, desorden financiero y descontrol de los
negocios, el sistema imperante necesita reintroducir mayor control público,
para acotar los desequilibrios que genera el reinado de la ganancia.
Las teorías
neo-desarrollistas suelen describir futuros promisorios para América Latina, si
se adoptan modelos de competitividad cambiaria, fiscalidad responsable y
moderación salarial. Pero conviene analizar estas propuestas a la luz de experiencias
ya ensayadas en la región. La economía argentina de la última década ofrece el
principal ejemplo para esa evaluación.
- Claudio
Katz es economista, investigador, profesor. Miembro del EDI (Economistas de
Izquierda).
Notas:
1) Una
descripción de este impacto en: Azcurra, Fernando Hugo, (2011), “Las diez tesis
sobre el Nuevo Desarrollismo elaboradas por economistas heterodoxos”,
disponible en: www.pctargentina.org/ febrero.
2) Una
síntesis en: Sicsu Joao, De Paula Luiz, Renaut Michel, (2007), “¿Por qué
novodesenvolvimentismo?”, Revista de Economía Política, n 4, vol 27,
outubro-dezembro.
3) Es la
tesis que expone: Stiglitz, Joseph (2010). Caída libre, Buenos Aires, Taurus
(pag 12-16, 31-59).
4) Sunkel,
Osvaldo, (2007), “En busca del desarrollo perdido”, en Repensar la teoría del
desarrollo en un contexto de globalización, Buenos Aires, CLACSO.
5) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag. 117-130, 173-180).
6) Ferrer
Aldo, (1996), ¨RaulPrebisch y los problemas actuales de América Latina¨,
Ciclos, n 10, 1er semestre. Ferrer, Aldo, (2010), “El nuevo desarrollismo”,
Miradas al Sur, 6-11-2010. Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización
y competencia, Buenos Aires, Siglo XXI, (pag. 109).
7) Rodríguez,
Octavio, (2007), “La agenda del desarrollo”, en Repensar la teoría del
desarrollo en un contexto de globalización, Buenos Aires, CLACSO.
8) Costa
Oreiro José Luis da, (2012), “Novo-desenvolvimentismo, crescimentoeconômico e
regimes de política macroeconómica”, EstudosAvancados, vol.26, no.75, São
Paulo, May/Aug.
9) La enorme
inestabilidad política que rodeaba a las experiencias desarrollistas del pasado
dificulta su balance. Es lo que como ocurrió, por ejemplo, con el emblemático
caso del gobierno argentino de Frondizi en los años 60.
10) Es la
prioridad que resalta Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2011),
“FromtheNational-Bourgeoisie to theDependencyInterpretation of LatinAmerica”,
Latin American Perspectives, May, vol. 38, no. 3.
11) Esta
crítica en: Fiori José Luis, (2011), “La miseria del nuevo desarrollismo”,
disponible en www.laondadigital.com
12)
Fajnzylber, Fernando, (1983) La industrialización trunca de América Latina,
México, Editorial Nueva Imagen.
13) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 119-143).
14) Palma
Gabriel (2006) “Diferenciarse de China, India y Brasil”, disponible en
www.pagina12.com.ar/diario/suplementos, 14-7.
15) Palma
Gabriel (2006) “Diferenciarse de China, India y Brasil”, disponible en
www.pagina12.com.ar/diario/suplementos, 14-7.
16) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 27-60).
17) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 57-60).
18) Ferrer
Aldo, (1996), ¨RaulPrebisch y los problemas actuales de América Latina¨,
Ciclos, n 10, 1er semestre.
19)
Gerschenkron Alexander, (1970), Atraso económico e industrialización,
Barcelona, Ariel (pag 7-9, 46-48, 51-52, 87, 142,170-185)
20) Estacrítica en: Selwyn Ben, (2010),
“Trotsky, Gerschenkron and the political economy of late capitalist
development”, Economy and Society, vol 40, n 3.
21)
Gerschenkron Alexander, (1970), Atraso económico e industrialización, Barcelona,
Ariel (pp 25-26, 45, 182, 93-94, 100-136)
22) Burkett, P, Hart-Landsberg, M, (2003), “A
critique of ‘catch-up’ theories of development”, Journal of Contemporary Asia,
33(3).
23) Trotsky
León, “Europa y América”, en ¿Adónde va Inglaterra? (1925-1926), disponible en: grupgerminal.org.
24) Davidson Neil, (2006) “From uneven to
combined development” in Permanent Revolution: Results and Prospects 100 Years,
Pluto Press. Trotsky, León (1972) Resultados y perspectivas, Buenos Aires,
CEPE.
25) Ver: Wallerstein Immanuel, (1982), “Who
wants still more development? Fernand Braudel Center, Annual Meeting of
American Sociology Associaton, 6-10. Wallerstein Immanuel, “Development:
Lodestar or illusion?” (1987), FernandBraudel Center,
22.october.
26) Ver
crítica en: Osorio Jaime, (2009) Explotación redoblada y actualidad de la
revolución, México, ITACA, UAM, (pag 74-78, 169-192).
27) Dos
críticas en: Amin Samir, (1988), La desconexión, Buenos Aires, Ediciones del
Pensamiento Nacional. Castelo Rodrigo, (2012), “O novodesenvolventismo e a
decadencia ideológica do pensamento económico brasileño”, Serviço Social e
Sociedade, n 112, outubro-dezembre, Sao Paulo.
28) Ver: ThedaSkocpol, (1977) “Wallerstein's
World Capitalist System: A Theoretical and Historical Critique”, The American
Journal of Sociology, vol 82, n 5. WallersteinInmanuel,
(2005) Análisis de sistemas-mundo, una introducción, México, Siglo XXI, (pag
1-35 ).
29) Ver: Kay
Cristóbal, (1998). “Estructuralismo y teoría de la dependencia en el período
neoliberal”. Nueva Sociedad, n 158, diciembre.
30) Tres
cuestionamientos de este tipo en Fontes Virginia, (2010), “Novas encruzilhadas
e velhos fantasmas”, Carcaghnolo Marcelo, (2010) “Neoconservatismocomroupagem
alternativa”, Encruzilhadas da América Latina no seculo XXI, Rio de Janeiro,
Pao e Rosas. Goncalves Reinaldo,(2012), “Novo desenvolvimentismo e liberalismo
enraizado”, Serviço Social e Sociedade, n 112, outubro-dezembre , Sao Paulo.
Bibliografía:
- Amin Samir, (2004), “US imperialism, Europe
and the middle east”, Monthly Review vol 56, n 6, November.
- Benavente
J, Crespi G, Katz J. Stumpo G (1998), ¨Nuevos problemas y oportunidades para el
desarrollo industrial de América Latina”. Realidad Económica, n 153,
enero-febrero 1998 y 154, febrero-marzo.
- Boito
Armando, (2012), “A economia capitalista está emcrise e as contradiçõestendem a
se aguçar”, Jornal Brasil de Fato, 09/04, disponible en:
www.brasildefato.com.br
- Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2009) “Globalizacao e competicao”, Folha de Sao Paulo,
2-22-09
- Bustelo
Pablo, (1998), Teorías contemporáneas del desarrollo económico, Síntesis,
Madrid.
- Callinicos
Alex, (2003), Igualdad, Siglo XXI, Madrid
- Castelo
Rodrigo, (2010), “O novodesenvolvimentismo e a decadencia ideológica”,
Encruzilhadas da América Latina no seculo XXI, Pao e Rosas, Rio.
- Domingues
José Mauricio, (2009), Modernidad contemporánea en América Latina, Siglo XX,
CLACSO, Buenos Aires.
- FioriJose
Luis, (2007) A nova geopolítica das nacoes”, Oikos, n 8, Rio de Janeiro
- Gaitán,
Flavio, Boschi, Renato, (2010), “América Latina recupera el pensamiento
desarrollista”, Clarín, 21-12
- García
Marco Aurelio, (2010), EL nuevo desarrollismo, 10/31, disponible en;
www.revistasocialista.
- Hounie
Adela, Pittaluga Lucía, Porcile Gabriel, Scatolin Fabio, (1999), “La CEPAL y
las nuevas teorías del crecimiento”, Revista de la CEPAL n 68, agosto,
Santiago.
- Katz
Claudio, (2000), “Las nuevas turbulencias de la economía latinoamericana”.
Periferias, n 8, segundo semestre, Buenos Aires.
- Katz Jorge,
(1998), ¨Aprendizaje tecnológico ayer y hoy¨. Revista de la CEPAL, número
extraordinario, octubre.
- Kay
Cristóbal, (2009), “Teorías estructuralistas e teoría da dependencia na era da
globalizacao neoliberal”, A América Latina e os desafíos da globalizacao,
Boitempo, Rio
- Kay Cristobal, Gwynne Robert, (2010)
“Relevance of Structuralist and Dependency, Theories in the Neoliberal Period:
A Latin American Perspective”
- Lusting
Nora (1998), ¨Pobreza y desigualdad: un desafío que perdura¨ Revista de la
CEPAL, número extraordinario, octubre.
- Mandel,
Ernest (1980), El pensamiento de León Trotsky, Barcelona: Fontamara.
- Marini Ruy
Mauro, (1994), “La crisis del desarrollismo”, Archivo de Ruy Mauro Marini, Ruy
Maurowww.marini-escritos.unam.mx
- Martins
Carlos Eduardo, Globalizacao, (2011), Dependencia e Neoliberalismo na América
Latina, Boitempo, Sao Paulo.
- Moncayo
Jiménez Edgard, (2004), “El debate sobre la convergencia económica
internacional e interregional: enfoques teóricos y evidencia empírica”,
Economía y Desarrollo, V 3 N 2 septiembre
- Nahon
Cecilia, Rodríguez Enríquez Corina, Schorr Martín, (2006) “El pensamiento
latinoamericano en el campo del desarrollo del subdesarrollo: trayectorias,
rupturas y continuidades”, www.idaes.edu.ar/papelesdetrabajo/paginas
- Niemeyer
Almeida Filho, (2005), “O debate atual sobre a dependencia”. Revista da
Sociedade Brasileira de Economía Política, n 16, junho.
- Ocampo
José, (1998), ¨Cincuenta años de la CEPAL¨. Revista de la CEPAL, número
extraordinario, octubre
-
OuriquesNildo, (2012),“Desarrollismo y dependencia en Brasil”, Revista Pueblos
n 51, segundo trimestre
- Vakaloulis Michel, (2001). Le capitalisme
post-moderne, PUF, Paris.
Claudio Katz
(especial para ARGENPRESS.info)
El
neo-desarrollismo propone mayor intervención estatal, políticas económicas
heterodoxas, retomar la industrialización, reducir la brecha tecnológica e
imitar al Sudeste Asiático. A diferencia del desarrollismo clásico promueve
alianzas con el agro-negocio, relativiza el deterioro de los términos de
intercambio, se aleja del enfoque centro-periferia y prioriza el manejo del
tipo de cambio.
Disimula con
pragmatismo su favoritismo hacia los capitalistas. Su modelo exportador afecta
al salario y la convergencia que propone con empresas transnacionales no atenúa
las brechas tecnológicas. La expectativa de igualar el avance asiático olvida
la existencia de adaptaciones diferenciadas en la mundialización. La
explotación de los trabajadores es más rentable en el Extremo Oriente y la
imitación de ese esquema es poco factible.
Es un
artificio suponer que la globalización entraña beneficios comerciales y
peligros financieros o que todos pueden mejorar su lugar en ese escenario. La
teoría del catch up no explica la existencia de situaciones internacionales
disímiles. Desconoce que continúa imperando una inserción dependiente, que no
se corrige con la disponibilidad tecnológica. El desarrollo desigual y
combinado agrava las contradicciones de los retrasados.
La mirada
endogenista que atribuye el subdesarrollo a causas internas desconsidera el
marco objetivo y magnifica las voluntades nacionales. No hay trayectorias
despejadas para la acumulación. El neo-desarrollismo es más afín a la CEPAL
tecnocrática que al pensamiento crítico y presenta más continuidades que
rupturas con el neoliberalismo.
En los
últimos años aumentó la influencia del neo-desarrollismo. El término se volvió
usual en numerosos ámbitos de América Latina y se multiplicaron los encuentros
para discutir su contenido.
Dos conocidas
figuras de Brasil y Argentina reivindican esta concepción (Luiz Carlos Bresser
Pereira y Aldo Ferrer). Pero un amplío grupo de economistas trabaja en la misma
dirección (Robert Boyer, Osvaldo Sunkel, Gabriel Palma, Cristóbal Kay,
Alejandro Portes, Joao Sicsu, Luiz De Paula, Michel Renaut, José Luis da Costa
Oreiro). Estos pensadores actúan en importantes organismos (Fundación Getulio
Vargas, Plan Fénix), han ganado terreno en las universidades y difunden
planteos recogidos por los medios de comunicación. (1)
¿Cuáles son
las principales tesis económicas del nuevo desarrollismo? ¿En qué se
diferencian de sus antecesores? ¿Qué indica la aplicación reciente de sus
propuestas? ¿Cuál es el correlato político de sus caracterizaciones?
Cinco
planteos
Dada la
variedad de enfoques que reúne el neo-desarrollismo no es sencillo precisar sus
tesis centrales. Remarcan el carácter singular e imprevisible del crecimiento
sostenido y la consiguiente dificultad para conceptualizarlo. Pero también
estiman que el éxito de esos procesos transita por cinco carriles. (2)
En primer
lugar postulan la necesidad de intensificar la intervención estatal para
emerger del subdesarrollo. Adscriben a las teorías que rehabilitan esta
incidencia, señalando que no hay mercados fuertes sin estados fuertes. (3)
Esta revalorización
del intervencionismo no implica retomar el viejo keynesianismo, ni promover la
reconstrucción del estado de bienestar. Alientan un nuevo equilibrio entre
matrices “estado-céntricas” y “mercado-céntricas”, para superar las viejas
dicotomías y encontrar modelos capitalistas adecuados para cada país. Subrayan
que la presencia estatal no debe obstruir la inversión privada y consideran que
la gestión pública debe reproducir la eficiencia del gerenciamiento privado.
(4)
El segundo
pilar del enfoque neo-desarrollista es la política económica no sólo para
actuar en la coyuntura, sino como instrumento central del crecimiento. Analizan
detenidamente las distintas opciones monetarias, fiscales y cambiarias que
permitirían reducir la dependencia financiera de los bruscos ciclos de ingreso
y salida de capital.
Su prioridad
es mantener acotado el déficit fiscal, para alentar la competitividad con tasas
de interés decrecientes y elevados tipos de cambio. Enfatizan la importancia de
evitar el “mal holandés”, es decir la sobrevaluación cambiaria que genera la
afluencia de divisas receptadas por los países exportadores de materias primas.
(5)
El tercer
objetivo del neo-desarrollismo es retomar la industrialización para multiplicar
el empleo urbano. Cuestionan la regresión fabril generada por la apertura
comercial de los años 90 y estiman que la expansión industrial debe ser la
prioridad de las economías intermedias. Piensan que los países avanzados ya
agotaron esa etapa y que las naciones pobres no cuentan aún, con el acervo
requerido para encarar esta tarea. (6)
Reducir la
brecha tecnológica es la cuarta meta del proyecto. El neo-desarrollismo
propicia incrementar la innovación local, mediante acuerdos con las empresas
transnacionales para lograr una fuerte absorción de conocimientos. Alientan un
camino schumpeteriano de intensa modernización productiva, para superar las
insuficiencias de la vieja industrialización. Remarcan la existencia de varias
trayectorias tecnológicas posibles y promueven su amoldamiento al formato de
cada economía. (7)
Imitar el
avance exportador del Sudeste Asiático es la quinta propuesta
neo-desarrollista. Proponen subsidiar a los industriales que faciliten la
expansión de las ventas manufactureras, mediante estrategias estatales que “enseñen
a competir”. Por esa vía esperan emular la lucidez de los dirigentes asiáticos
y dejar atrás el conformismo latinoamericano. Advierten que un modelo de este
tipo exigirá moderación salarial, estabilidad social y fuerte compromiso de los
trabajadores con la productividad. (8)
Diferencias
con el desarrollismo clásico
Con estas
cinco ideas el neo-desarrollismo retoma ciertos principios de sus antecesores y
reivindica la misma denominación, con un aditamento (neo) que sugiere
actualizaciones. Revisan más los conceptos de esa tradición que sus expresiones
puntuales. (9)
El enfoque
desarrollista tradicional postulaba superar las consecuencias de la
heterogeneidad estructural, en economías afectadas por el modelo
agro-exportador y el deterioro de los términos de intercambio. Prebisch, Pinto
y Furtado proponían corregir esas deficiencias mediante procesos de
industrialización, a fin de contrarrestar la baja productividad del agro y la
estrechez general del poder adquisitivo. Confiaban en la eficacia de las
políticas económicas y en la fuerza del estado para mejorar la posición de la
región en el capitalismo mundial. Esperaban inducir un salto desde el estadio
periférico hacia algún escalón más avanzado.
Bresser y
Ferrer mantienen la misma expectativa pero promueven el remedio industrialista
en otros términos, como consecuencia de las grandes transformaciones
registradas en el agro. Un acelerado proceso de capitalización en este sector
ha tornado obsoleta la vieja crítica al latifundio y al estancamiento de la
actividad primaria. También ha perdido actualidad la propuesta de utilizar los
recursos inmovilizados en el agro para la inversión fabril.
En el nuevo
escenario los neo-desarrollistas auspician procesos de crecimiento en coalición
con el agro-negocio. El viejo conflicto con la oligarquía exportadora se ha
diluido y los antiguos adversarios son convocados a forjar un bloque común. La
conversión de los terratenientes en nuevos empresarios ha recreado la
solidaridad capitalista entre los adinerados del campo y la ciudad. La
tradicional contraposición entre el liberalismo agrario y el proteccionismo
urbano ha disminuido y el neo-desarrollismo visualiza a la agro-exportación
como una potencial proveedora de divisas para la reindustrialización.
Pero este
cambio implica aceptar la remodelación neoliberal del agro y la consiguiente
concentración de tierras, especialización en exportaciones básicas, pérdida de
cultivos diversificados y acentuado deterioro del medio ambiente.
Al igual que
sus antecesores los nuevos desarrollistas estiman que el crecimiento industrial
aumentará el empleo, expandirá el mercado interno y mejorará el consumo. Pero a
diferencia del pasado se han generalizado tecnologías que reducen la
utilización de la mano de obra y la creación de trabajo ya no acompaña el ritmo
de inversión. Que la expansión de la economía sea incentivada por el mercado o
la regulación estatal no modifica esta carencia de empleo. En ambos casos el
capitalismo latinoamericano genera insuficientes puestos de trabajo y estabiliza
la precarización en labores informales, descalificadas y mal remuneradas. El
neo-desarrollismo no ofrece respuestas a esta seria adversidad.
Esa
concepción estima que el deterioro de los términos de intercambio y la relación
centro-periferia, ya no constituyen obstáculos significativos para el despegue
regional. Considera que la reversión del primer parámetro registrada en la
última década es perdurable y que la segunda polaridad tiende a diluirse con el
crecimiento de las economías emergentes. En este terreno se verifica otra
diferencia sustancial con la vieja CEPAL.
También
asignan menor gravedad y periodicidad a las crisis económicas latinoamericanas.
Con esta evaluación apuestan a superar los desajustes actuales mediante un buen
manejo de las políticas macroeconómicas. Le quitan dramatismo a las tensiones
estructurales que preocupaban a Prebisch y Furtado.
El
neo-desarrollismo reconoce formalmente la continuidad de las viejas
contradicciones expuestas por la heterodoxia, pero espera atenuarlas mediante
un acertado manejo de las variables cambiarias, financieras y presupuestarias.
Concentra el grueso de su artillería en la administración del tipo de cambio.
(10)
Sus teóricos
advierten contra las desventuras que entraña para la industria cualquier
apreciación cambiaria. Pero no analizan el efecto opuesto que genera la
depreciación de esa variable sobre el salario. Ese impacto se ha verificado
tradicionalmente en ciclos devaluatorios que incrementan los precios internos y
empobrecen a los trabajadores. El viejo desarrollismo era más cauto en este
terreno y sólo postulaba un manejo cuidadoso de la cotización de las divisas
parar acotar las ganancias de los exportadores.
Indefiniciones
e inconsistencias
Los teóricos
neo-desarrollistas esperan liderar un intenso proceso de crecimiento, pero no
definen como alcanzarlo. La regulación estatal que promueven tiene incontables
modalidades y efectos. La contraposición entre neo-desarrollistas proclives a
la intervención del estado y neoliberales adversos a esa injerencia es una
simplificación. Todos recurren a una fuerte presencia del sector público cuando
les toca administrar la economía.
Ese
comportamiento es consecuencia de la gravitación alcanzada por los grandes
bancos y empresas en el capitalismo contemporáneo. Resulta imposible gestionar
este sistema, sin protagonismo de la burocracia estatal y los gerentes del
sector privado. Lo que está siempre en juego es el tipo de intervención estatal
predominante en cada período y no la existencia o intensidad de esa presencia.
El
neo-desarrollismo sugiere que su acción serviría para eliminar las distorsiones
que genera el mercado. Contrapone este objetivo con la actitud ortodoxa de
esperar espontáneas correcciones de la oferta y la demanda.
Pero también
aquí la diferencia pierde contenido cuando se comanda la marcha cotidiana de la
economía, en situaciones de alta tensión. La crisis global reciente, brindó una
contundente evidencia de la forma en que ortodoxos y heterodoxos actúan en
común, cuando se impone el socorro a los bancos. En esos momentos las
divergencias sólo giran en torno a la modalidad de esos auxilios.
Los
neo-desarrollistas propician una adaptación pragmática a las exigencias de la
coyuntura y por eso incorporan fórmulas que contienen múltiples elementos, sin
definir nítidas primacías. Suelen convocar a fortalecer el mercado y el estado,
a reforzar la centralización y la descentralización, a potenciar lo público y
lo privado y a desenvolver políticas austeras y activas. (11)
Pero esta
variedad de orientaciones no abandona nunca el principio de favorecer a los
grandes grupos capitalistas. La prioridad asignada al tipo de cambio
competitivo con baja inflación y reducido déficit fiscal ilustra el sostén a
los poderosos. En ese modelo los costos del impulso exportador son solventados
por los trabajadores a través de devaluaciones, restricciones al gasto social o
un corset a los salarios.
Muchos
neo-desarrollistas sugieren que estos esfuerzos constituyen el precio a pagar
por la reindustrialización. Pero no registran la contradicción existente entre
esa meta y la convalidación de la primacía agro-exportadora. Mientras los
recursos que requiere la expansión fabril continúen localizados
prioritariamente en el agro-negocio, una industria latinoamericana de cierto
valor agregado continuará languideciendo.
Los
neo-desarrollistas suponen que la recuperación manufacturera será impulsada
significativamente por las empresas transnacionales. Consideran que estas
firmas garantizan la expansión continuada del producto, si el estado evita una
apertura indiscriminada al capital extranjero y orienta las inversiones hacia
los sectores estratégicos.
Pero la
experiencia indica que las grandes compañías extranjeras definen su colocación
de fondos en función de planes globales, que rara vez coinciden con las
prioridades de las naciones receptoras de esos capitales. Esta discordancia dio
lugar a la denominada “industrialización trunca” de América Latina. (12)
Esa
deformación incluye un déficit comercial crónico del sector manufacturero,
provocado por la baja integración nacional de partes y una alta dependencia de
insumos importados. Este desequilibrio determina ciclos de acumulación
afectados por desbalances externos, que no desaparecen con ingenierías
cambiarias, fiscales o monetarias.
Frente a este
crítico escenario el neo-desarrollismo navega en un mar de contradicciones. Por
un lado despotrica contra la “destrucción de los tejidos fabriles nacionales”
perpetrada por la competencia importadora durante las últimas décadas. Y por
otra parte cuestiona el “proteccionismo excesivo” del pasado y la
improductividad legada por el encierro arancelario.
Aunque buscan
un punto intermedio entre ambos extremos, en los hechos se amoldan a las
demandas actuales de las empresas transnacionales, que exigen libre movilidad
de capitales y mercancías entre sus filiales. Con esta actitud convalidan los
desajustes que pretenden corregir.
Los mismos
contrasentidos se verifican en el plano tecnológico. El neo-desarrollismo
apuesta a reducir la enorme brecha que separa a Latinoamérica de las economías
centrales. Pero supone que esa disminución surgirá de una mayor presencia
económica de las firmas que generan esa fractura. Por eso convoca a absorber
las tecnologías disponibles en el mundo, mediante la intermediación de
compañías transnacionales.
Esas empresas
no derraman conocimientos hacia la periferia. Transfieren a sus filiales un
manejo estrictamente acotado de las prácticas requeridas para asegurar sus
líneas de fabricación. Mantienen localizados los laboratorios de investigación
y desarrollo en los países de origen.
El
neo-desarrollismo considera que esos obstáculos pueden remontarse, forjando
“sistemas nacionales de innovación” patrocinados por el estado y las empresas
transnacionales. Pero la experiencia indica que esa iniciativa choca en la
práctica con el dilema de privilegiar la inversión pública o subsidiar a las
compañías extranjeras. Esas subvenciones obstruyen el ansiado despliegue de las
innovaciones.
La visión
neo-desarrollista realza las convergencias del estado con el sector privado.
Pondera especialmente el rol de la empresa como un ámbito de cooperación y
selección de las nuevas tecnologías, siguiendo los parámetros de productividad,
competitividad y rentabilidad.
Pero esta
idílica mirada desconoce que esos patrones se asientan en la explotación
laboral y sólo definen las porciones de plusvalía extraída a los trabajadores,
que captura por cada concurrente. Entre tantos elogios al talento, la
creatividad y la disposición al riesgo del capitalista, no queda espacio para
recordar su rol cotidiano en la apropiación de trabajo ajeno.
¿Copiar al
sudeste asiático?
El
neo-desarrollismo enfrenta todos estos problemas con el ejemplo práctico del
Sudeste Asiático. Si ellos lo han logrado: ¿qué impide a Latinoamérica repetir
la misma trayectoria?
Esta
imitación es postulada como la gran solución por los autores que ubican a ambas
zonas, en un estadio semejante de desarrollo intermedio. Estiman que un buen
aprendizaje del sendero transitado por las economías orientales permitirá
desenvolver un camino semejante. Sólo se requiere aplicar las mismas políticas
de déficit público, tipo de cambio competitivo y promoción del superávit
comercial. (13)
Pero el
presupuesto de este razonamiento es la convergencia potencial de todas las
economías emergentes en un escalón superior que las aproximará a los países
centrales. Aquí retoman la vieja idea neoclásica de un ascenso general hacia
situaciones de prosperidad, a medida que la modernización se expande por todo
el planeta. Sólo este imaginario liberal permite suponer que la copia del
Sudeste Asiático asegura el desarrollo de América Latina.
Si se rechaza
ese presupuesto del capitalismo -como un sistema abierto a sucesivas
incorporaciones de las regiones relegadas- la idea de emular el camino oriental
se torna más conflictiva. La propia afirmación de que “Asia lo está logrando y
América Latina no”, implica reconocer la existencia de inserciones
diferenciadas en el mercado mundial.
Todo el
razonamiento falla al ponderar al Sudeste asiático por su expansión, culpando a
Latinoamérica por su retroceso. En los hechos ambas regiones quedaron situadas
en distintas trayectorias en la nueva etapa de la mundialización y soportan
desequilibrios de distinto tipo. La primera región no creció sostenidamente por
sus méritos frente a los desaciertos del resto, sino que reiteró la pauta de
desenvolvimiento desigual que ha predominado en toda la historia del
capitalismo.
Este sistema
se rige por principios de competencia despiadada y no suele dar cabida a
progresos colectivos. Siempre induce situaciones de gran desigualdad. Lo que
cambia en cada etapa son los protagonistas de la prosperidad y la regresión,
como resultado de las asimetrías que generan las ganancias diferenciales de las
distintas economías. Si todos pudieran desenvolverse siguiendo la misma norma
de aproximación al bienestar, desaparecerían las brechas de competitividad en
que se asienta el sistema. Nunca irrumpe un escenario virtuoso al alcance de
todos.
Reconociendo
esta dinámica se puede entender por qué razón América Latina se retrasó frente
al Sudeste Asiático. En la estructura jerarquizada del capitalismo global, los
países del Extremo Oriente presentaron gran adaptabilidad a un esquema de mundialización
que premia la disciplina, el adiestramiento y la baratura de la fuerza de
trabajo.
Los autores
neo-desarrollistas suelen omitir que el secreto de esa región radica en la
superexplotación de los trabajadores. Ese tormento ha sido la condición del
milagro exportador. Es cierto que América Latina también cuenta con una gran
reserva laboral, pero no reúne las condiciones que optimizan la extracción de
plusvalía. En esta región el proceso de industrialización fue previo a los
requerimientos de la mundialización actual.
Existen, por
ejemplo, numerosas maquilas en Centroamérica que se desenvuelven con patrones
semejantes al Sudeste Asiático. Pero nunca alcanzaron el nivel de productividad
impuesto por los regímenes autoritarios de Oriente.
La propia
dinámica acumulativa del capital consolidó las brechas entre ambas regiones.
Una vez iniciado el vuelco de la industria mundial hacia el continente asiático
ha resultado difícil contrarrestar esa tendencia con ofrecimientos de mayor
baratura salarial. Un modelo de producción globalizada -basado en rivalidades
por reducir los costos laborales- no deja mucho margen para la imitación. Todos
deben descargar sus productos en un mismo mercado mundial, que no crece a la
misma velocidad que el ritmo de fabricación.
Algunos
autores neo-desarrollistas eluden estos problemas postulando que la imitación
del Sudeste Asiático debe incluir mejoras en los salarios. Pero el
contrasentido de esta propuesta salta a la vista. El despunte capitalista de
Oriente no se consumó incorporando a esa zona el estado de bienestar europeo,
los servicios sociales de Escandinavia o el mercado de consumo de Estados
Unidos. Las empresas transnacionales se afincaron con estrategias de
explotación extrema de los trabajadores.
Otros
pensadores consideran que en el Sudeste Asiático siempre existió una conciencia
industrialista que facilitó su expansión fabril. Estiman que esa convicción
permitió optar por un modelo exportador que evitó las fragilidades del mercado
interno. (14)
Pero lo
cierto es que Asia Oriental se industrializó más tarde que América Latina y
empalmó con una etapa de mundialización afín a la “producción hacia afuera”.
Por esta razón existieron programas disímiles en ambas zonas, que se adaptaron
a momentos diferenciados del capitalismo. En las condiciones precedentes de los
años 60 nadie hablaba de Corea o Taiwán y las economías intermedias de
Latinoamérica eran vistas como la gran promesa del desarrollo.
Suponer que
el secreto del crecimiento oriental ha radicado en una inteligente elección de
políticas exportadoras que América Latina desconoció, implica confundir las
causas con los efectos. El nuevo escenario de la mundialización favoreció a un
grupo de países y penalizó a otros, tornando más efectivos los instrumentos crediticios
y cambiarios utilizados en Asia para apuntalar el esquema exportador. La
existencia de tasas de inversión privadas que duplican en esa región los
porcentuales de América Latina es también una consecuencia y no una causa de
las diferencias existentes entre ambas zonas.
También se
suele atribuir la expansión asiática a la vigencia de niveles inferiores de
desigualdad. Mientras que el 10% más rico de la población latinoamericana
acapara el 45% del ingreso, en Corea o Taiwán ese porcentaje se reduce al 22-23%.
(15)
Pero en
África la brecha social ha sido tradicionalmente inferior al promedio
latinoamericano y esta diferencia no favoreció su desarrollo. La desigualdad es
un rasgo intrínseco del capitalismo que no mantiene relaciones unívocas con las
tasas de crecimiento. En algunas economías centrales (como el Norte del Europa)
las brechas sociales fueron tradicionalmente bajas y en otros países
(Inglaterra, Estados Unidos) fueron elevadas. Esas fracturas no definen las
normas de la acumulación capitalista.
La
globalización electiva
El
neo-desarrollismo vislumbra a la globalización como una gran oportunidad para
los países medianos. Estima que ese proceso apuntalará el desenvolvimiento
latinoamericano, si se aprovechan las ventajas comerciales evitando los
peligros financieros. (16)
Pero nunca
aclaran cómo se podría usufructuar de esas conveniencias soslayando sus efectos
nocivos. Es evidente que las modalidades comerciales y financieras de la
internacionalización están íntimamente conectadas entre sí. Los bancos
intermedian en todas las transacciones manejadas por las empresas
transnacionales.
La gran
“oportunidad comercial” que se realza es la convalidación de la inserción
dependiente de América Latina como proveedora de productos básicos. Y lo que se
cuestiona como un “peligro financiero” es el endeudamiento descontrolado. Sin
embargo, la experiencia histórica indica que a largo plazo esa primarización
exportadora recrea la hipoteca de la deuda.
La mirada
condescendiente hacia la globalización presupone que esa transformación genera
crecientes beneficios para múltiples ganadores. Pero con ese enfoque se olvida
a las víctimas del mismo proceso. En el caso latinoamericano, por ejemplo, se
reconoce que sólo las economías medianas parcialmente industrializadas podrían
participar del cambio en curso. El resto de la región quedaría marginada hasta concluir
un camino previo de maduración. De esta forma, la oportunidad de la
globalización queda reducida a un grupo de economías y no ofrece mejoras para
los demás. (17)
Toda la
caracterización es formulada con razonamientos semejantes al viejo liberalismo.
Al igual que Rostow se imagina un proceso futuro de creciente aproximación,
entre países contagiados por la expansión capitalista. Los participantes elevan
paulatinamente su status saltando de la pobreza a escalones intermedios, para
converger posteriormente en la modernización. En ese momento todas las naciones
alcanzan un nivel satisfactorio de bienestar.
Contra este
tipo de fantasías reaccionaba la vieja CEPAL de los años 50-60. Objetaba esa
ilusión de convergencias, destacando las polaridades entre el centro y la
periferia que genera el propio proceso de acumulación mundial.
Los teóricos
neo-desarrollistas mantienen una diplomática adhesión a esa concepción, pero en
los hechos estiman que las fracturas tienden a desaparecer en el capitalismo
global. Por esta razón diluyen el análisis estructural de las relaciones
centro-periferia en miradas benévolas de la mundialización. Suelen postular que
“cada país tiene la globalización que quiere y se merece”. (18)
El mercado
mundial es visto como un amplio espacio de libertad para lograr las metas
ambicionadas por cada integrante. Ya no representa el obstáculo para el
desarrollo que subrayaba la CEPAL. Con lenguaje heterodoxo se disimula esta
aproximación a la tesis neoclásica.
Los misterios
del catch up
El neo-desarrollismo
retoma la idea de crecer a través de un proceso de catch up, que permita copiar
tecnologías elaboradas por los países desarrollados. Proponen realizar esa
absorción a través del estado nacional, para acortar el proceso de maduración
de las economías ascendentes.
Esta visión
fue inicialmente planteada por Gerschenkron en su estudio de la
industrialización, como un proceso de asimilación de tecnologías por parte de
los países que se aproximan al capitalismo. Señaló que Inglaterra comenzó esa
evolución con la revolución del vapor (1780). Francia utilizó posteriormente
ese legado para financiar su expansión fabril con el auxilio de los bancos
(1830) y Alemania repitió ese desenvolvimiento mediante una fuerte intervención
del estado (1870). Finalmente Rusia aprovechó esta secuencia para apuntalar su
crecimiento industrial con gastos militares (1880).
Este proceso
era visto como una concatenación de distintas modalidades de industrialización
según el origen, las prioridades, el contexto y las motivaciones de sus
artífices. Pero en todos los casos se estimaba que las economías retrasadas
podían apropiarse de la herencia de sus antecesores. Ninguna fórmula previa
aseguraba esta absorción, pero las condiciones institucionales favorables a la
acción del empresario y a la integración de los trabajadores facilitaban esa
asimilación. Gerschenkron coincidió en 1940-50 con muchos autores impactados
por la industrialización soviética y polemizó con los economistas liberales,
que promovían la adaptación pasiva de los países subdesarrollados al mercado
mundial. (19)
El
pensamiento neo-desarrollista retoma esa concepción para postular la
utilización de las tecnologías disponibles. Distingue a las economías
retrasadas por su capacidad o impotencia para concretar esa captura. Comparte,
además, la crítica al pensamiento neoclásico y al espejismo de un avance
espontáneo de las economías relegadas siguiendo el faro del mercado.
Pero también
supone que basta con elegir una estrategia correcta para ingresar en el círculo
virtuoso de la acumulación. Con esta genérica fórmula no explica cuáles son los
caminos concretos para concretar ese crecimiento.
El planteo de
Gerschenkron es muy contradictorio. Por un lado exalta las enormes
posibilidades de copia que tienen los recién llegados, pero al mismo tiempo
señala la inexistencia de una norma para usufructuar de esa ventaja. Es una
gran oportunidad carente de senderos nítidos para su aprovechamiento. (20)
Afirma que
ciertas políticas permiten capturar las tecnologías disponibles, pero no se
sabe cuáles son esas orientaciones. Su cronología histórica demuestra que el
camino seguido por Francia fue muy distinto al transitado por Alemania o por
Rusia. Si cada uno hizo su catch up con una fórmula propia: ¿cuál es la lógica
general del acelerado avance de las economías que llegaron tarde?
Los propios
ejemplos de esta concepción sugieren que pocos países pueden absorber las
técnicas más avanzadas. Hay que estar en carrera para alcanzar al que se ubicó
en la punta. Sólo una minoría de potencias coloniales durante el surgimiento
del capitalismo y un puñado posterior de ascendentes semiperiferias
participaron de ese certamen. El grueso de la periferia no tuvo cabida en el
catch up. Cualquiera sea la política asumida por el estado de los países
marginados, no se entiende cómo podrían instrumentar esa copia de tecnologías.
Esta misma
restricción aparece en el enfoque actual de Bresser, cuando afirma que la
globalización es una “oportunidad” para las economías medianas, que ya
consumaron su “revolución capitalista”. Señala que el éxito industrial no se
alcanza imitando un modelo precedente, sino buscando un camino particular. El
catch up parecería brotar de ciertas singularidades que nadie logra explicar de
antemano.
Pero con ese
razonamiento sólo se sabe lo obvio, es decir que hubo países exitosos y
fracasados en el intento de rápida industrialización. Que la tecnología se
encuentre disponible no modifica mucho ese contraste, ni aporta explicaciones
de lo sucedido. La existencia de esos recursos técnicos no define esos
resultados.
La teoría del
catch up reconoce la existencia de muchos casos fallidos, que demuestran la
insuficiencia de cierta política industrial para garantizar el crecimiento
sostenido. Gerschenkron estudió los ejemplos de Dinamarca (que se mantuvo como
proveedor pasivo de exportaciones agrícolas), México (que no logró el
financiamiento bancario para su industrialización) o Bulgaria (que sólo
introdujo cambios en ciertas ramas, sin generar una expansión auto-sostenida).
Atribuye el fracaso italiano del siglo XIX a la aplicación de políticas
arancelarias desacertadas. (21)
Pero esta
evaluación comparada no esclarece si la norma ha sido la preeminencia de
economías consagradas o frustradas. Simplemente señala que en un gran pelotón
de concurrentes tuvieron posibilidades de llegar a la meta. Aunque la causa del
fracaso es situada a veces en el predominio de circunstancias adversas, en
general se postula la responsabilidad primaria de políticas económica erróneas.
Desarrollo
desigual y combinado
Las
comparaciones basadas el catch up pueden esclarecer obstáculos particulares al
crecimiento, pero no clarifican la dinámica de la acumulación a escala global.
Tampoco ilustran cuáles son las restricciones objetivas que afrontan las
economías subdesarrolladas. Como se ignora estas limitaciones parecería que
todos pueden aproximarse a una meta, que en los hechos alcanzan muy pocos.
Es el mismo
problema que rodea al contraste de América Latina con el Sudeste Asiático. Se
supone que la primera región no reproduce por sus propios errores lo que obtuvo
la segunda, como si este horizonte estuviera siempre al alcance de los
frustrados. La teoría del catch up realza potencialidades que ofrece la
tecnología, pero no registra los obstáculos para materializar esa posibilidad.
Relativiza, por ejemplo, las restricciones que imponen las patentes o las
empresas transnacionales a la utilización de esos recursos.
Ese enfoque
divorcia, además, la disponibilidad de las tecnologías de los principios de
rentabilidad y explotación que rigen su difusión. Olvida que bajo el
capitalismo el “aventajado por llegar tarde” es un competidor que sólo
usufructuará de ese atributo, si logra instalarse en el mercado mundial
extrayendo una alta tasa de plusvalía a los trabajadores. (22)
La
“oportunidad” de esa economía constituye por lo tanto una posibilidad, para las
clases dominantes con mayores aptitudes para someter a los asalariados. Como la
tradición heterodoxa elude este problema, concentra toda su atención en los
estudios comparativos.
El
neo-desarrollismo comparte estos problemas al desconocer la vigencia de un
orden global estratificado, que obstruye el desenvolvimiento de las economías
subdesarrolladas. Omite que las ventajas derivadas de la disponibilidad
tecnológica suelen ser inferiores, a las desventajas generadas por la inserción
dependiente en la división internacional del trabajo. Aunque la periferia pueda
acceder con más facilidad a los nuevos inventos, carece de recursos para
utilizarlos provechosamente.
Al razonar
desconociendo la subordinación comercial, financiera o productiva de las
economías periféricas, se termina imaginando al desarrollo como un proceso
resultante de la voluntad exhibida por cada país. El mundo queda dividido entre
quienes detentan y carecen de esa facultad, cualquiera sea su ubicación objetiva
en la estructura mundial.
Es cierto que
en varios momentos de la historia, el ascenso de un grupo de la semiperiferia
se registró siguiendo la dinámica del que llegó tarde. Arribaron al mercado
mundial con renovadas capacidades para desplazar a las viejas potencias en
declive. Trotsky analizó ese ascenso de Alemania frente a Inglaterra a
principios del siglo XX, así como el despegue posterior de Estados Unidos
frente a Europa. (23)
Pero su
enfoque se basaba en una teoría marxista del desarrollo desigual y combinado
muy diferente al catch up. Señalaba la imposibilidad de una aproximación de
todos los concurrentes a la primacía de las grandes potencias. En
contraposición al imaginario liberal (de un progreso al alcance de todos) y de
la mirada heterodoxa (de sucesivas ventajas para los retrasados), destacaba que
el capitalismo impide el bienestar colectivo por uno otro camino. Consideraba
que las desigualdades generadas por la acumulación mundial agravaban las
contradicciones de todo el sistema, provocando situaciones más adversas que al
inicio del proceso. (24)
Trotsky
reconocía las bruscas desarmonías que estudia el catch up. Pero resaltaba los
costos padecidos por los retrasados para forzar la expansión de sus economías.
Estimaba que los desequilibrios creados por esa aceleración salían a flote en
las fases siguientes de la concurrencia global. Este límite -que enfrentaron
Alemania y Japón a mitad del siglo XX- podría reaparecer entre los “emergentes”
que prosperan al comienzo del siglo XXI.
El
deslumbramiento neo-desarrollista con los países asiáticos desconoce estos
antecedentes. En el pasado muchas economías no pudieron sostener su salto
inicial, cuando debieron confrontar con potencias más afirmadas en la órbita
mundial. La fascinación actual con la globalización impide comprender esta
contradicción, que habitualmente aflora en las grandes crisis.
De la misma
forma que la conformación inicial del capitalismo a favor de las grandes
potencias coloniales se consumó a costa de la periferia, el avance industrial
contemporáneo de ciertas economías exige el retroceso de su competidor. El país
que llegó tarde puede desplazar al que estaba primero, pero alguien debe
costear los logros de los exitosos.
El mito
liberal de un avance contagiado es tan inconsistente como la creencia
heterodoxa de sucesivas imitaciones. Al suponer que el camino abierto por una
economía puede ser transitado por todos sus pares se recrea la falacia de la
composición.
El curso real
del capitalismo está regido por un patrón de desigualdad muy distante de las
fantasías de expansión ilimitada. La analogía biológica que se utiliza para
graficar esa prosperidad -con imágenes de pasaje de la adolescencia a la
madurez económica- omite que también existe la senilidad. No es cierto que el
catch up tiende a renovarse una y otra vez con la apertura de nuevas fronteras.
El propio capitalismo impone serias restricciones económicas, sociales y
ambientales a ese ensanchamiento. (25)
El viraje
endogenista
El
neo-desarrollismo es afín a las concepciones endogenistas que sitúan todos los
obstáculos al desenvolvimiento en el plano interno. También aquí se distancia
de Prebisch, que atribuía el subdesarrollo al deterioro secular de los términos
de intercambio.
Los sucesores
del pensador heterodoxo son cautos en la reconsideración conceptual de este
último problema. Simplemente se apoyan en la valorización reciente de las
commoditties para justificar su creciente atención a la temática interna. Nadie
se atreve a evaluar cuánto durará la apreciación actual de los productos
primarios. Esta valorización no impide, además, la continuada transferencia de
recursos hacia las economías centrales, a través de mecanismos situados en la
órbita financiera o productiva.
El viraje
hacia concepciones endogenistas se remonta a la evolución seguida por la CEPAL
desde los años 80. Los economistas de ese organismo sintonizaron con los
críticos de la teoría de la dependencia, que resaltaban la primacía de los
factores internos en el retraso latinoamericano. Consideraban que esa falencia
obedecía al manejo irracional de los recursos.
El giro
endogenista se consumó en un clima de frustración con la industrialización.
Posteriormente el neo-estructuralismo reforzó esa mirada centrada en las
flaquezas internas. En los años 90 utilizaron múltiples adjetivos para
caracterizar estas fallas y cuestionaron las caracterizaciones del
subdesarrollo centradas en la salida de capital, la fragilidad comercial, la
vulnerabilidad financiera o la sumisión tecnológica. (26)
En este
enfoque el status de cada país queda definido por elecciones internas de
progreso o estancamiento. El marco objetivo es desconsiderado y se magnifica la
incidencia de las voluntades nacionales. Parecería que África decidió ser
esquilmada y América Latina optó el atraso, en contraposición al rumbo de
prosperidad adoptado por Europa o Estados Unidos.
Esta
simplificación desconoce que el mercado mundial es un ámbito de inequidad. La
interdependencia formal entre todos países encubre relaciones de supremacía y
sometimiento. Es evidente que Estados Unidos utiliza patrones muy diferentes en
sus relaciones con Alemania y Haití.
El
endogenismo diluye las diferencias que separan a los países periféricos y
centrales. De un cuestionamiento inicial a las visiones que exageraban la
transferencia de ingresos padecida por el primer grupo, pasó al desconocimiento
de esas hemorragias. No sólo relativiza el impacto del endeudamiento, la
remisión de utilidades o el drenaje de la renta. También ignora que la
desigualdad es un dato intrínseco de la acumulación a escala mundial.
El
capitalismo se desenvuelve recreando las brechas entre economías disímiles.
Estas fracturas son proporcionales a la escala alcanzada por la reproducción
del capital. Cuánto más elevada es la inversión y la productividad, mayor
intensidad tienen la competencia y los desequilibrios que segmentan al mercado
mundial.
En la última
década la tradición endogenista empalmó con el neo-desarrollismo, en el nuevo
marco sudamericano de revalorización de las materias primas, alivio de la deuda
externa y ampliación de los márgenes de autonomía geopolítica. Este escenario
induce a postular que la inserción internacional primaria ya no representa un
obstáculo al desarrollo, si se implementan políticas adecuadas para afianzar el
crecimiento.
¿Primacía
mundial o local?
El giro
endogenista ha sido también el principal cimiento de la esperanza
neo-desarrollista en lograr una copia del avance asiático. Atribuye
explícitamente el ascenso oriental a la oportuna selección de modelos
industrializadores.
Pero no
observa que este caso refuta la gravitación asignada a los determinantes
internos. Sólo la vigencia de una nueva etapa de capitalismo internacionalizado
permitió aprovechar la mano de obra barata asiática para fabricar a escala
global. Y ese mismo condicionante externo impide la reproducción internacional
del mismo modelo. Esa recreación generaría excedentes que no podrían colocarse
en ningún mercado.
El
neo-desarrollismo no registra este límite porque supone que el capitalismo
regenera inagotables espacios de crecimiento ulterior. Esta complaciente mirada
determina un punto de encuentro con sus adversarios neoliberales. Ambos
comparten la misma confianza en la existencia de trayectorias despejadas para
la acumulación, si se aplican acertadas estrategias de crecimiento. Esta
expectativa también supone la vigencia de un tablero internacional de alta
movilidad, mutación de hegemonías y multipolaridad. (27)
Pero no
existe ningún indicio que estas modificaciones geopolíticas favorezcan en
bloque a la periferia. Podrían mejorar en forma acotada la situación
internacional de algunas semiperiferias a costa de otras y en desmedro general
de los oprimidos. Conviene recordar que todos los participantes en el escenario
de la mundialización neoliberal, aceptan los cimientos sociales de un estadio
basado en el atropello del capital al trabajo.
Las miradas
neo-desarrollistas actuales refuerzan su proximidad con los pensadores
endogenistas -que siguiendo las tesis de la sociología histórico-comparativa-
realzan la gravitación conceptual del estado nacional. Este enfoque se
contrapone con la teoría del sistema-mundo que remarca la primacía analítica
del orden global, incorporando parte del enfoque centro-periferia.
Las visiones
del sistema-mundo y las miradas de la sociología histórico-comparativa
confrontaron tradicionalmente en los debates historiográficos sobre el origen
del capitalismo. Mientras que la primera vertiente estimó que la inserción de
cada economía en el orden internacional definió el curso de su economía, la
segunda concepción atribuyó mayor incidencia a las condiciones internas. Con
abordajes metodológicos centrados en el capitalismo global o en el estado
nacional, esas controversias buscaron dilucidar enigmas sobre el origen del
capitalismo. (28)
Pero los
debates actuales indagan fenómenos derivados de la madurez de ese sistema que
exigen fundamentos de otro tipo. Las explicaciones sobre los mecanismos que
facilitaron el surgimiento del capitalismo, no resuelven las incógnitas
contemporáneas sobre el devenir de este sistema. La influencia predominante del
mercado mundial o de las estructuras pre-capitalistas locales en el ocaso del
feudalismo plantean problemas muy diferentes, a la primacía de la
mundialización económica frente a la multipolaridad política en el comienzo del
siglo XXI.
El legado
conservador
El
neo-desarrollismo se ha distanciado del espíritu crítico que signó a la
heterodoxia de los años 60 y 70. También abjura del espíritu radical creado por
la revolución cubana, que indujo a esta corriente a incorporar propuestas de
distribución del ingreso.
Esa apertura
de la CEPAL al pensamiento progresista quedó abruptamente anulada con el
predominio posterior de concepciones neo-estructuralistas. En los años 80
archivaron las alusiones a la desigualdad centro-periferia y sepultaron las
propuestas de reforma social. Propagaron, además, sus propias recetas de
privatización, apertura comercial y flexibilidad laboral, con actitudes de
resignación y cuestionamientos al desarrollismo tradicional. (29)
Ese giro
incluyó la participación directa de los discípulos de la CEPAL, en la
implementación de programas de ajuste adornados con retórica heterodoxa, como
el Plan Austral en Argentina o el Plan Cruzado en Brasil.
El
neo-desarrollismo actual es un ahijado de esa trayectoria conservadora. Por eso
refuerza la extinción de la CEPAL como referencia del pensamiento crítico. Esa
institución se ha transformado en un organismo técnico de seguimiento de la
coyuntura, que evita cualquier comentario molesto para el establishment.
Los teóricos
neo-desarrollistas exhiben ambiciones más acotadas que sus antecesores,
convalidan la especialización primario-exportadora y abandonan el léxico
antiimperialista. Es cierto que intentan recomponer la alicaída gravitación de
la industria, pero sólo introduciendo leves ajustes al interior del mismo
bloque dominante. Promueven subsidios a los capitalistas manufactureros, en
desmedro de la enorme porción apropiada por los sectores financieros y buscan
un nuevo equilibrio con el agro-negocio.
El neo-desarrollismo
estima que su moderado industrialismo puede prosperar en el marco geopolítico
actual de cierto distanciamiento sudamericano de Washington. Pero sobrevalora
el alcance de ese alejamiento y parece desconocer la enorme incidencia que
tiene la continuidad del patrón económico agro-exportador.
Sus teóricos
alientan políticas económicas distintas a la ortodoxia neoclásica. Pero no
aceptan rupturas significativas con el neoliberalismo y comparten más terrenos
con esta vertiente que con su precedente desarrollista. (30)
El
neo-desarrollismo converge con las propuestas de incorporar mayor regulación
estatal al capitalismo neoliberal para estabilizar su funcionamiento. Al cabo
de varias décadas de privatizaciones, desorden financiero y descontrol de los
negocios, el sistema imperante necesita reintroducir mayor control público,
para acotar los desequilibrios que genera el reinado de la ganancia.
Las teorías
neo-desarrollistas suelen describir futuros promisorios para América Latina, si
se adoptan modelos de competitividad cambiaria, fiscalidad responsable y
moderación salarial. Pero conviene analizar estas propuestas a la luz de
experiencias ya ensayadas en la región. La economía argentina de la última
década ofrece el principal ejemplo para esa evaluación.
- Claudio
Katz es economista, investigador, profesor. Miembro del EDI (Economistas de
Izquierda).
Notas:
1) Una
descripción de este impacto en: Azcurra, Fernando Hugo, (2011), “Las diez tesis
sobre el Nuevo Desarrollismo elaboradas por economistas heterodoxos”,
disponible en: www.pctargentina.org/ febrero.
2) Una
síntesis en: Sicsu Joao, De Paula Luiz, Renaut Michel, (2007), “¿Por qué
novodesenvolvimentismo?”, Revista de Economía Política, n 4, vol 27,
outubro-dezembro.
3) Es la
tesis que expone: Stiglitz, Joseph (2010). Caída libre, Buenos Aires, Taurus
(pag 12-16, 31-59).
4) Sunkel,
Osvaldo, (2007), “En busca del desarrollo perdido”, en Repensar la teoría del
desarrollo en un contexto de globalización, Buenos Aires, CLACSO.
5) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag. 117-130, 173-180).
6) Ferrer
Aldo, (1996), ¨RaulPrebisch y los problemas actuales de América Latina¨,
Ciclos, n 10, 1er semestre. Ferrer, Aldo, (2010), “El nuevo desarrollismo”, Miradas
al Sur, 6-11-2010. Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y
competencia, Buenos Aires, Siglo XXI, (pag. 109).
7) Rodríguez,
Octavio, (2007), “La agenda del desarrollo”, en Repensar la teoría del
desarrollo en un contexto de globalización, Buenos Aires, CLACSO.
8) Costa
Oreiro José Luis da, (2012), “Novo-desenvolvimentismo, crescimentoeconômico e
regimes de política macroeconómica”, EstudosAvancados, vol.26, no.75, São
Paulo, May/Aug.
9) La enorme
inestabilidad política que rodeaba a las experiencias desarrollistas del pasado
dificulta su balance. Es lo que como ocurrió, por ejemplo, con el emblemático
caso del gobierno argentino de Frondizi en los años 60.
10) Es la
prioridad que resalta Bresser Pereira, Luiz Carlos, (2011), “FromtheNational-Bourgeoisie
to theDependencyInterpretation of LatinAmerica”, Latin American Perspectives,
May, vol. 38, no. 3.
11) Esta
crítica en: Fiori José Luis, (2011), “La miseria del nuevo desarrollismo”,
disponible en www.laondadigital.com
12)
Fajnzylber, Fernando, (1983) La industrialización trunca de América Latina,
México, Editorial Nueva Imagen.
13) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 119-143).
14) Palma
Gabriel (2006) “Diferenciarse de China, India y Brasil”, disponible en
www.pagina12.com.ar/diario/suplementos, 14-7.
15) Palma
Gabriel (2006) “Diferenciarse de China, India y Brasil”, disponible en
www.pagina12.com.ar/diario/suplementos, 14-7.
16) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 27-60).
17) Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2010), Globalización y competencia, Buenos Aires, Siglo
XXI, (pag 57-60).
18) Ferrer
Aldo, (1996), ¨RaulPrebisch y los problemas actuales de América Latina¨,
Ciclos, n 10, 1er semestre.
19)
Gerschenkron Alexander, (1970), Atraso económico e industrialización,
Barcelona, Ariel (pag 7-9, 46-48, 51-52, 87, 142,170-185)
20) Estacrítica en: Selwyn Ben, (2010),
“Trotsky, Gerschenkron and the political economy of late capitalist
development”, Economy and Society, vol 40, n 3.
21)
Gerschenkron Alexander, (1970), Atraso económico e industrialización,
Barcelona, Ariel (pp 25-26, 45, 182, 93-94, 100-136)
22) Burkett, P, Hart-Landsberg, M, (2003), “A
critique of ‘catch-up’ theories of development”, Journal of Contemporary Asia,
33(3).
23) Trotsky
León, “Europa y América”, en ¿Adónde va Inglaterra? (1925-1926), disponible en: grupgerminal.org.
24) Davidson Neil, (2006) “From uneven to
combined development” in Permanent Revolution: Results and Prospects 100 Years,
Pluto Press. Trotsky, León (1972) Resultados y perspectivas, Buenos Aires,
CEPE.
25) Ver: Wallerstein Immanuel, (1982), “Who
wants still more development? Fernand Braudel Center, Annual Meeting of
American Sociology Associaton, 6-10. Wallerstein Immanuel, “Development:
Lodestar or illusion?” (1987), FernandBraudel Center,
22.october.
26) Ver
crítica en: Osorio Jaime, (2009) Explotación redoblada y actualidad de la
revolución, México, ITACA, UAM, (pag 74-78, 169-192).
27) Dos
críticas en: Amin Samir, (1988), La desconexión, Buenos Aires, Ediciones del
Pensamiento Nacional. Castelo Rodrigo, (2012), “O novodesenvolventismo e a
decadencia ideológica do pensamento económico brasileño”, Serviço Social e Sociedade,
n 112, outubro-dezembre, Sao Paulo.
28) Ver: ThedaSkocpol, (1977) “Wallerstein's
World Capitalist System: A Theoretical and Historical Critique”, The American
Journal of Sociology, vol 82, n 5. WallersteinInmanuel,
(2005) Análisis de sistemas-mundo, una introducción, México, Siglo XXI, (pag
1-35 ).
29) Ver: Kay
Cristóbal, (1998). “Estructuralismo y teoría de la dependencia en el período
neoliberal”. Nueva Sociedad, n 158, diciembre.
30) Tres
cuestionamientos de este tipo en Fontes Virginia, (2010), “Novas encruzilhadas
e velhos fantasmas”, Carcaghnolo Marcelo, (2010) “Neoconservatismocomroupagem
alternativa”, Encruzilhadas da América Latina no seculo XXI, Rio de Janeiro,
Pao e Rosas. Goncalves Reinaldo,(2012), “Novo desenvolvimentismo e liberalismo
enraizado”, Serviço Social e Sociedade, n 112, outubro-dezembre , Sao Paulo.
Bibliografía:
- Amin Samir, (2004), “US imperialism, Europe
and the middle east”, Monthly Review vol 56, n 6, November.
- Benavente
J, Crespi G, Katz J. Stumpo G (1998), ¨Nuevos problemas y oportunidades para el
desarrollo industrial de América Latina”. Realidad Económica, n 153,
enero-febrero 1998 y 154, febrero-marzo.
- Boito
Armando, (2012), “A economia capitalista está emcrise e as contradiçõestendem a
se aguçar”, Jornal Brasil de Fato, 09/04, disponible en:
www.brasildefato.com.br
- Bresser
Pereira, Luiz Carlos, (2009) “Globalizacao e competicao”, Folha de Sao Paulo,
2-22-09
- Bustelo
Pablo, (1998), Teorías contemporáneas del desarrollo económico, Síntesis, Madrid.
- Callinicos
Alex, (2003), Igualdad, Siglo XXI, Madrid
- Castelo
Rodrigo, (2010), “O novodesenvolvimentismo e a decadencia ideológica”,
Encruzilhadas da América Latina no seculo XXI, Pao e Rosas, Rio.
- Domingues
José Mauricio, (2009), Modernidad contemporánea en América Latina, Siglo XX,
CLACSO, Buenos Aires.
- FioriJose
Luis, (2007) A nova geopolítica das nacoes”, Oikos, n 8, Rio de Janeiro
- Gaitán,
Flavio, Boschi, Renato, (2010), “América Latina recupera el pensamiento
desarrollista”, Clarín, 21-12
- García
Marco Aurelio, (2010), EL nuevo desarrollismo, 10/31, disponible en;
www.revistasocialista.
- Hounie
Adela, Pittaluga Lucía, Porcile Gabriel, Scatolin Fabio, (1999), “La CEPAL y
las nuevas teorías del crecimiento”, Revista de la CEPAL n 68, agosto,
Santiago.
- Katz
Claudio, (2000), “Las nuevas turbulencias de la economía latinoamericana”.
Periferias, n 8, segundo semestre, Buenos Aires.
- Katz Jorge,
(1998), ¨Aprendizaje tecnológico ayer y hoy¨. Revista de la CEPAL, número
extraordinario, octubre.
- Kay
Cristóbal, (2009), “Teorías estructuralistas e teoría da dependencia na era da
globalizacao neoliberal”, A América Latina e os desafíos da globalizacao, Boitempo,
Rio
- Kay Cristobal, Gwynne Robert, (2010)
“Relevance of Structuralist and Dependency, Theories in the Neoliberal Period:
A Latin American Perspective”
- Lusting
Nora (1998), ¨Pobreza y desigualdad: un desafío que perdura¨ Revista de la
CEPAL, número extraordinario, octubre.
- Mandel,
Ernest (1980), El pensamiento de León Trotsky, Barcelona: Fontamara.
- Marini Ruy
Mauro, (1994), “La crisis del desarrollismo”, Archivo de Ruy Mauro Marini, Ruy
Maurowww.marini-escritos.unam.mx
- Martins
Carlos Eduardo, Globalizacao, (2011), Dependencia e Neoliberalismo na América
Latina, Boitempo, Sao Paulo.
- Moncayo
Jiménez Edgard, (2004), “El debate sobre la convergencia económica
internacional e interregional: enfoques teóricos y evidencia empírica”,
Economía y Desarrollo, V 3 N 2 septiembre
- Nahon
Cecilia, Rodríguez Enríquez Corina, Schorr Martín, (2006) “El pensamiento
latinoamericano en el campo del desarrollo del subdesarrollo: trayectorias,
rupturas y continuidades”, www.idaes.edu.ar/papelesdetrabajo/paginas
- Niemeyer
Almeida Filho, (2005), “O debate atual sobre a dependencia”. Revista da
Sociedade Brasileira de Economía Política, n 16, junho.
- Ocampo
José, (1998), ¨Cincuenta años de la CEPAL¨. Revista de la CEPAL, número
extraordinario, octubre
- OuriquesNildo,
(2012),“Desarrollismo y dependencia en Brasil”, Revista Pueblos n 51, segundo
trimestre
- Vakaloulis Michel, (2001). Le capitalisme
post-moderne, PUF, Paris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario